El culto al autor / Geneviève Sellier / La Fabrique, 264 p., 13 euros.
El fenómeno de la violencia machista y sexual dentro del cine de autor debe tomarse en serio, incluso en los análisis que se hacen del mismo. Además de los artículos de prensa que explican el origen de estas revelaciones, aparecen libros de testimonios, como, recientemente, los de Caroline Ducey o Isild Le Besco. Pero hasta ahora ningún trabajo ha considerado la cuestión en su conjunto. Por eso podríamos espera mucho Del ensayo de Geneviève Sellier, profesora emérita de estudios cinematográficos.
Su título indica sin ambigüedades cuál será la explicación cardinal de lo que Geneviève Sellier describe como “Desviaciones del cine francés” : El culto al autor. Pero incluso antes de describir las modalidades de este “culto”, las primeras páginas denegar en el cine el hecho de atribuir una película a un único autor – norma impuesta, dice el autor, desde la Nueva Ola –, con el pretexto de que exige “múltiples colaboraciones artísticas y técnicas” y costos “Sumas que un individuo, aunque sea rico, es incapaz de recaudar”.
Yendo más lejos, Sellier cree que la “política de los autores”, tan querida por Cuadernos de cine de la década de 1950 (donde escribieron Truffaut, Chabrol, Rohmer, Rivette, Godard), es un “engaño”.
Estas pocas líneas combinan miopía y argumentos de autoridad (una palabra que comparte la misma etimología con “autor”). Visión resumida: como si en el cine no hubiera un diseñador-iniciador de un proyecto ni un organizador en su realización. Argumento de autoridad, porque Geneviève Sellier se atiene a este calificativo de “engaño” Sin más preámbulos, cuidando de no contar la historia de la noción de “política de autores” y de volver sobre la lucha por la legitimación de los 7mi arte que los editores de Cuadernos liderado entonces.
Folleto
Por lo tanto es necesario tomar El culto al autor por lo que es: no un ensayo analítico sino un folleto, con su a priorisus sofismas y sus caricaturas. Y la designación de un pecado original: la Nueva Ola, que dio el cine de autor, principalmente masculino, y la creencia en el genio del “demiurgo” que se lo autoriza todo, con la complicidad Las instituciones cinéfilas, incluida la crítica, son objeto de un odio tan poderoso por parte de Sellier que el resentimiento no puede serle enteramente ajeno.
En el mal juego de “el fin justifica los medios”, Sellier socava su causa.
No es un debate si los criterios de género y clase deberían integrarse en la forma en que vemos las películas. Es cierto que en ciertas películas de la Nueva Ola existe una dimensión sexista, ignorada durante mucho tiempo, que ya no se puede mantener en silencio (que se discutirá). Pero ¿por qué rebajarse al insulto hablando, por ejemplo, de un “ ‘manada’ de actrices » que Rohmer habría renovado regularmente?
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Más en serio (?), Geneviève Sellier ve en el cine de autor una evacuación de lo social en favor de un inter-yo pequeñoburgués preocupado por las relaciones románticas, con, además, “actores que dan la impresión de no actuar (sic)”. Enumera a los directores y elige una de sus películas para la exégesis… que corresponde exactamente a la definición necrótica que da al cine de autor. ¡Bendito método! Además de ignorar las películas de los cineastas que cita (Amalric, Mouret, Ozon, etc.) en contradicción con sus comentarios, excluye sin justificación alguna gran parte del cine de autor actual.
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¿Dónde han ido Guiraudie, Ameur-Zaïmèche, Guédiguian, Ladj Ly o Campillo, por citar sólo algunos, que son los polos opuestos de su falaz demostración? Y cuando dedica un capítulo a las directoras, se lanza a una distinción bizantina entre el cine de autores, que practican, y el cine de autor, al que no tendrían acceso, a menos que se sometieran a la“modelo dominante”. Siempre según presupuestos que favorezcan su ajuste de cuentas.
En el mal juego de “el fin justifica los medios”, Sellier socava su causa. Su libro también está atravesado por esta antífona rancia según la cual el cine de autor, beneficiado por el sistema de ayudas públicas, no se preocuparía en absoluto por las entradas. ¿Dónde ubicamos el poujadismo en la política?
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