Emmanuel Carrère, que escribió un libro sobre Limonov, afirma que él representa los conflictos y contradicciones del siglo XX. ¿Compartes su punto de vista?
Sí, tiene toda la razón. Para mí, Limonov encarna todo esto. Representa la idea del resentimiento, una emoción que sabemos que conduce inevitablemente a la guerra. Es por esta razón, dado el contexto actual, que Limonov es una figura fascinante para estudiar, comprender y, para mí, representar en el cine. Vemos que su vida está en constante caos. Es un poeta, un político, un personaje profundamente contradictorio… Este caos influyó en la forma misma de la película, como si este personaje lo transmitiera dentro del guión.
Y sin embargo, de este caos nace la poesía…
Exactamente. Caos, contradicciones, pero también dolor, odio, amor… todo esto alimenta la poesía. Para mí, Limonov es ante todo un poeta. Por eso insistí en el término “balada” para presentar la película… ¡Pero una balada al estilo punk! Es una mezcla audaz que refleja su explosiva personalidad.
A través de Édouard Limonov y su doble Eddie, existe la idea de que no podemos separar al autor de su obra. ¿Este también es tu caso?
Flaubert dijo: “Señora Bovary, soy yo”. Por mi parte puedo decir: “Limonov, no soy yo”. Y, sin embargo, como cualquier artista, comparto con él fragmentos de emociones, pensamientos “virus” en dosis homeopáticas. La diferencia es que él está más devorado por pasiones destructivas.
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