CRÍTICA – El autor pinta una crónica fascinante de la embriaguez del período de entreguerras, apenas empañada por las pequeñas tormentas de hipocresía mundana que a veces surgen en las copas de champán.
Quizás conozcas el perfume Arpège, de Lanvin. En la botella, un dibujo: una madre y su hija bailando al unísono. La primera, Jeanne Lanvin, constructora de un imperio de la alta costura. Su hija, pianista y musa adorada, luego injustamente olvidada, resucitada aquí por David Gaillardon. Para comprender un poco su relación, hay que seguirlos de paseo por los jardines de los Campos Elíseos. Mientras los otros niños retozan, la pequeña infanta está congelada con trajes extravagantes. La visten como el pájaro de Juno,vestidos de seda burbujeados», «toques de hortensias azules».
Marguerite ya es adorable, pero se siente ridícula y recordará con horror estas pruebas de muñeca toda su vida. Decepcionada por dos matrimonios, Jeanne Lanvin da mucha importancia a la libertad y ofrece a su hija, que nunca debe depender de nadie, una educación de élite. Quizás sea porque “Ririte” es sofocante que se refugia en sus escalas, revelando una forma de tocar el piano segura y sensible. Las hadas no rehuyeron su cuna
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