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en el secreto del monaquismo

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Después de “Un tiempo para morir” y “La gran felicidad”, Nicolas Diat continúa su peregrinación por el camino del silencio y la eternidad donde cada monasterio es un santuario. En su nuevo trabajo, “Humilitas. Sólo el nacimiento de los hombres”, esta vez lleva al lector al desierto egipcio hasta los orígenes del monaquismo.

Este libro no es sólo un relato histórico; es una invitación a un viaje personal, casi místico. Si nos lleva a las arenas ardientes, es para descubrir otro mundo, purificado, donde lo superfluo ya no tiene su lugar, donde los monjes coptos siguen cuestionando nuestra época guiados por la inmediatez y el silencio perturbados por notificaciones incesantes.

“¿Puede el hombre posmoderno y ultraconectado comprender las elecciones de los monjes? ¿Quién tiene razón? ¿Quién es irrazonable? ¿Quién conoce a Dios? » Frente a nuestra propia vida, saturada de conexiones y exigencias, el radicalismo de estos monjes inquieta tanto como fascina. Sin embargo, revelan una búsqueda eterna: dar un significado profundo a la existencia.

“Aquí el diablo no se puede esconder”

La vida diaria de los primeros monjes era sencilla y exigente: orar, meditar, ayunar. “El tiempo abolido se convierte en un sentimiento maravilloso”, pero nadie puede escapar del viaje interior que le espera. Ni siquiera el autor cuando constata que su smartphone “ya no funciona”, antes de tomar una decisión: “El desierto estaba haciendo su trabajo”, escribe, hasta el punto de hacer una introspección absoluta. Se comprende mejor hasta qué punto las vastas extensiones de arena son para los monjes mucho más que un adorno: se convierten en un espejo del alma donde el “poder del desierto” rima con el “sentimiento de humildad”.

“Aquí el diablo no puede esconderse”, confiesa un monje copto contemporáneo a Nicolas Diat. El Maligno ciertamente ya no puede hacer trampa, pero la confrontación se vuelve inevitable. Los desiertos de Egipto se revelan entonces a los monjes como lugares de combate donde las noches frías, el hambre, las tentaciones y la soledad empujan a estos hombres al borde del abismo. En esta dura prueba, el ejemplo de sus venerados predecesores, los Padres del Desierto, y su teología plasmada en los primeros siglos, resulta indispensable: “Sin esta guía, el novicio está en peligro; incluso estará perdido. Sin una relación íntima con sus padres, ya no tendrá gusto espiritual”, dice el padre Timón, iluminado por veinticinco años de vida como monje en Deir El-Suryani, un monasterio en Egipto fundado en el siglo VIII.

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“Cada minuto dedicado a la oración viene de la eternidad”

Esta es la razón por la que San Antonio, pionero del monaquismo en el siglo III, ocupa un lugar central en “Humilitas”. Procedente de una rica familia de agricultores egipcios, es el primero que quiere escapar de toda mundanalidad abandonando su pueblo para responder a una llamada radical que le lleva al desierto. Por si fuera poco, deambula de tumba en cueva, en un fuerte abandonado, donde permanecerá imposible de rastrear. Pero San Antonio sabe que “donde estés, Dios está contigo”. A partir de entonces, todo vuelve a ser posible, incluso conseguir los recursos necesarios para derrotar al diablo y sus trampas.

El monje, revela “Humilitas”, así como el hombre en busca de sentido, puede entonces tocar el infinito, porque “cada minuto dedicado a la oración proviene de la eternidad”. De este modo, Dios puede despojar a nuestras preocupaciones “de su forma mortal” y revestirlas de un carácter divino. Una lección aprendida de un ermitaño, “que pasaba la mayor parte de su tiempo en la soledad del desierto”, constata Nicolas Diat, estupefacto como nosotros.

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“Humildad”, de Nicolas Diat, ed. Fayard, 180 páginas, 17,90 euros.

© RD

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