CRÍTICA – El autor cuestiona la responsabilidad de los grandes escritores durante la Ocupación.
En el patio del instituto parisino Henri-IV, en khâgne, descubrió al escritor y luchador de la resistencia Jean Prévost. El hombre y la obra, en perfecta armonía, imponen respeto. Nace una pasión. A Jérôme Garcin le gusta todo de Jean Prévost: el rechazo de los extremos, el gusto por el deporte, la lectura de Stendhal, la valentía del compromiso. Pero ¿qué pasa con Louis-Ferdinand Céline, Jacques Chardonne, Paul Morand? Talentos admirables y gestos indescriptibles. En “Palabras y acciones”, el escritor y periodista Jérôme Garcin se interesa por las “bellas letras bajo la ocupación”. Su línea es clara: por la responsabilidad y contra la censura. Los intelectuales tienen deberes, los lectores son libres. Pero, más allá del eterno debate entre la separación del hombre y el trabajo, el autor de “Para Jean Prévost” (1994) ofrece una historia fascinante sobre la oscuridad y la luz de los personajes humanos.
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La ignominia y la cobardía. Una mezcla de antisemitismo, homofobia, racismo. La “Correspondencia” entre Jacques Chardonne y Paul Morand, el viaje de Bernard Grasset, los folletos de Louis-Ferdinand Céline. Lo sabemos: leer y escribir no mejoran la vida. Pero Jérôme Garcin estaba disgustado por la complacencia de la que disfrutaron las figuras colaboracionistas durante los años de Mitterrand. Vinimos a rehabilitar al pronazi Robert Brasillach. El autor cuestiona las dos cosas olvidadas de nuestro tiempo: la memoria y el perdón. Si el perdón es una cuestión personal, la memoria es una emergencia colectiva. En “Palabras y acciones”, Jérôme Garcin no se sitúa por encima de los demás. Relata su entrevista, en 1977, con la viuda de Louis-Ferdinand Céline, Lucette Destouches, bajo el patrocinio del abogado François Gibault. No acusa a nadie. Prefiere acusarse de ingenuidad.
Ni complejidad ni complacencia
Revisión de dotación y dotación de personal. De la abyección (Bernard Grasset, Paul Morand, Louis-Ferdinand Céline) a la admiración (Jacques Decour, Jean Prévost, Jacques Lusseyran). Conservamos las estatuas y tallas de François Mauriac y Jean Paulhan. “Palabras y Acciones” es también el retrato de una época: la nuestra. Debate sobre la reedición de los folletos celinianos; controversia en torno a las obras de Roman Polanski; epidemia de listas de informantes celosos y tardíos. En un momento en el que los artistas se unen para hacer rodar cabezas y denunciar a gritos, hay que recordar el caso del colaboracionista Robert Brasillach. Fue condenado a muerte el 19 de enero de 1945, tras una deliberación de veinte minutos, por inteligencia con el enemigo. Los escritores franceses más famosos solicitaron entonces, entre ellos Albert Camus, Jean Paulhan y François Mauriac, pedir al general De Gaulle el perdón para el condenado. El autor de “El tiempo pasa…” fue fusilado el 6 de febrero de 1945. Los resistentes Jean Paulhan y François Mauriac rechazaron, cada uno a su manera, la denuncia y la purificación.
Es una persona puramente literaria. El autor de “Teatro íntimo” (2003) avanza con calma y rectitud por el camino fangoso de los escritores bajo la ocupación. No se permite ninguna objeción intelectual, sin simplificar nunca nada sobre el alma humana. No confunde complejidad con complacencia. Jérôme Garcin relata aquí detalladamente su propio viaje como joven idealista, enfrentado a la realidad de las cosas. Creció con almas fuertes. Desde el recuerdo de su padre, fallecido a los 45 años, hasta los fogosos personajes de Stendhal. “Palabras y Acciones” es una historia sobre los modelos que nos damos a nosotros mismos y a cuya sombra elegimos crecer. La vida fluye de ello. La elección del camino.
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