Historia
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En “Marianne también es negra”, una veintena de investigadores destacan las luchas de las mujeres que son eclipsadas, incluso despreciadas, a causa de su color de piel.
Proclamar que “Marianne también es negra” es acusar a la República Francesa de haber introducido la desigualdad entre las mujeres blancas, en su mayoría metropolitanas, y las mujeres de color, durante la era colonial, y de haberla mantenido desde entonces. Calificar de ocultas las luchas contra esta inequidad es denunciar la negación de las luchas de estos pueblos oprimidos. Marianne también es negra. Luchas ocultas por la igualdad, publicado en Estados Unidos en 2018, demuestra que este “silencio” es común a los políticos, a las feministas de la segunda ola –acusadas de haber ignorado la Coordinación de Mujeres Negras–, pero también a la narración histórica. Esta postura favorecería la relegación del racismo colonial a un pasado, a los llamados prejuicios obsoletos, a riesgo de contribuir a la persistencia del racismo, si no en la ley, al menos en los hechos, a veces en formas sutiles.
Si bien la panteonización de Joséphine Baker, preferida a la de la intelectual martiniquesa Paulette Nardal, quiere, en 2021, consagrar ante los ojos del mundo el antirracismo universalista de la nación francesa, ella valora, incluso en el discurso del presidente Macron, la estereotipo de las mujeres negras “Mitad erotizado, mitad exotizado”
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