Un fotopoeta y un monje poeta nos cuentan a su manera, en un magnífico álbum, los horizontes insospechados que les revela la contemplación del océano en la punta de Bretaña. Aïcha Dupoy de Guitard y Gilles Baudry viven ambos en Landévennec, a la entrada de la península de Crozon: por un lado, la marítima Aulne, por el otro, la bahía de Douarnenez. Algo, inevitablemente, de lo que maravillarse.
¿Cómo no tener una idea de infinito frente a la inmensidad que se ofrece diariamente a la mirada del fotógrafo y del monje? Sí, la palabra “infinitudes” que da título a este libro expresa bien este horizonte que debemos buscar detrás del horizonte. Básicamente, un “hinterland”, como dice el editor de Rennes, Yvan Guillemot.
La fotografía, aquí, es primaria. El monje poeta acompaña los ejercicios de admiración de Aïcha Dupoy de Guitard con sus poemas breves que recuerdan a aforismos. Hablando de ella, Alain-Gabriel Monot escribe en el epílogo: “ Aïcha reconstruye el mundo. En su forma tranquila y obstinada (…) En todas partes nos embarga el sentimiento oceánico que actúa aquí. “. El fotógrafo, de hecho, se vuelve uno con los elementos. Aficionada al kayak de mar, que practica a menudo con las primeras luces del amanecer, captura momentos “raros” en los que la luz compite con la noche que se desvanece. “La aparición del mundo/el borde tembloroso de otro lugar/con las primeras luces/y todo lo que emerge durante el día/bajo la nueva luz/en el brillante amanecer de la bahía”, escribe Gilles Baudry, haciéndose eco de una de sus fotografías.
El mar aquí a veces es azul, pero la mayoría de las veces es verde o gris. Puntos de luz lo atraviesan bajo un cielo siempre imponente, hinchado por pesadas nubes. La fotógrafa nos habla de la ola y el oleaje, de su cuerpo a cuerpo con el mar que recorre junto a surfistas, windsurfistas y aficionados al pádel. Pero, invariablemente, el personaje vislumbrado es un punto de la imagen, perdido en el infinito del mar, solitario como en las antiguas pinturas chinas donde el hombre se funde con la naturaleza.
“Sueños en alta mar”
¿Cómo, además, un director de programas de exploración submarina no habría sido sensible a estas fotografías y estos poemas? En el prólogo de este libro, Emmanuelle Périé-Bardout, veterana de los ecosistemas marinos, saluda “este viaje del momento” que este libro establece y “la posibilidad de reconectar con la belleza del mundo”, incluido este mundo submarino que es precisamente Aïcha. Dupoy de Guitard lo frecuenta en ocasiones, permitiéndole encuentros felices como con esta foca que “agarra” cerca de las cuevas de Morgat.
Gilles Baudry aporta aquí puntuación poética. Esta no es su primera colaboración con el fotógrafo. Ya han publicado conjuntamente La mañana de los árboles y las aguas del interior (Poésie de l’instant, 2017 y 2019). Dejando atrás los bosques y los ríos que están en el centro de estos dos libros, el marinero de tierra firme Gilles Baudry, explorador de las zonas costeras y con pies muy poco náuticos, se ha aventurado esta vez en un universo que normalmente percibe desde la distancia. Pero las fotografías de Aïcha Dupoy de Guitard son para él un hermoso tema de meditación. “Horizonte de aliento”, “milagro sonoro”, “inmensidad íntima”, “tierra de paciencia”, “sueños de aguas profundas”, “transmigraciones de almas”: tantas palabras que emergen de su pluma. “El mar//el único que nos enseña/la paciencia del horizonte/recibido como herencia”, escribe el monje benedictino de la abadía de Landévennec.
Pedro TANGUY.
Infinitudes, Aïcha Dupoy de Guitard y Gilles Baudry, prefacio de Emmanuelle Périé-Bardout, epílogo de Alain-Gabriel Monot publicado por Calligrammes/Bernard Guillemot, 125 páginas, 25 euros.