“El pase de la Cultura es un éxito, el 85% de los jóvenes lo aprovecha. Representa para ellos una nueva herramienta de autonomía y libertad, permitiendo también romper con el determinismo cultural de los entornos sociales y educativos.
Los jóvenes de 15 a 20 años, en la parte “individual” de este pase, han elegido la lectura como actividad preferida (cuando ésta es marginal en la parte “colectiva”, orientada hacia otros sectores culturales vinculados al mundo educativo). En particular, en las zonas periurbanas y rurales, la existencia de una rica red de librerías locales y marcas culturales juega sin duda un papel importante en esta elección, cuando otras ofertas son menos accesibles o están infrarrepresentadas.
Los libreros lo atestiguan: todos han visto a jóvenes entrar por sus puertas por primera vez y beneficiarse de sus consejos para ayudarles en sus elecciones lectoras. La locura inicial por el manga ha dado paso hoy a ventas mucho más diversificadas (se han adquirido casi 400.000 títulos diferentes gracias al pase). Un buen número de estos jóvenes siguen frecuentando estas librerías una vez utilizado el pase.
No podemos sino alegrarnos de esta renovación del gusto por la lectura. De hecho, un informe alarmante del Centro Nacional del Libro (CNL) destacó recientemente la preocupante disminución de la lectura entre los niños de 7 a 19 años, una población cada vez más consumida por las pantallas. Los jóvenes no sólo leen menos, sino que leen durante menos tiempo. Sin embargo, el dominio del idioma es la madre de todas las batallas y una clave para acceder a otras experiencias culturales.
Desgraciadamente, este espacio de libertad corre el riesgo de verse considerablemente reducido, primero por recortes drásticos en el presupuesto global del pase Cultura, pero también por una reorientación forzosa de una parte de la parte “individual” de este pase hacia otros sectores culturales. Con el riesgo de que, en caso de una oferta insuficiente en determinadas zonas, los jóvenes simplemente no puedan beneficiarse personalmente de la cantidad que se les ha asignado.
Esto supondría una auténtica ruptura con el espíritu del proyecto tal como fue concebido. El deseo de las autoridades públicas de promover la libertad individual y el empoderamiento de los jóvenes se transformaría en una forma de “censura de libros”, impulsada por una visión dirigista que desea favorecer determinadas actividades culturales en detrimento de otras.
Esta evolución sería extremadamente peligrosa para muchas librerías que ya son económicamente frágiles -y cuyo pase Cultura representa actualmente el 5% de su facturación-, aunque contribuyen fuertemente a la red cultural del territorio y a la diversidad editorial de la que Francia puede estar orgullosa.
El pase Cultura es una herramienta eficaz en la formación de nuestros futuros y muy jóvenes ciudadanos. Si los adolescentes se emocionan con las aventuras del Conde de Montecristo antes de inundar las pantallas de cine o piensan en el futuro de nuestro planeta con Un mundo sin fin de Jancovici y Blain, es porque el libro no es sólo una fuente de escape, sino un verdadero trampolín, una manera de soñar en un mundo mejor, de formar la propia conciencia, de pensar en algo “más grande”, para uno mismo y para los demás.
La cultura siempre ha sido sinónimo de libertad y diversidad. La lectura es la puerta de entrada, ¿por qué querer cerrarla? El éxito del Culture Pass se debe a su libertad de uso. ¿Por qué querer limitarlo? »
Séverine Weiss es presidenta del Consejo Permanente de Escritores; Vincent Montagne, presidente de la Unión Editorial Nacional; Alexandra Charroin Spangenberg, presidenta del Sindicato Francés de Librerías.
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