El viaje de los libros quebequenses impresos en el extranjero

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“Estoy seguro de que, si pudiera elegir, haría todos mis libros en Quebec, con imprentas quebequenses. Pero hay libros para los que es absolutamente imposible”, afirma Marc-André Audet, presidente y fundador de Les Malins, en una entrevista concedida a sol.

La editorial de Montreal imprime “hasta el 70%” de su producción en Quebec. Por lo demás, sin embargo, debe orientarse hacia el mercado internacional, incluido China.

En general, la gran mayoría de las novelas “tradicionales” y otros libros en blanco y negro indican los términos “impreso en Quebec” o “impreso en Canadá”. Sin embargo, cuando hablamos de álbumes ilustrados, cómics coloridos o incluso libros de cartón para niños, la historia es completamente diferente.

Todos los libros llevan una nota sobre su lugar de impresión. Puede encontrar fácilmente la información abriendo la primera o la última página del libro. (Jocelyn Riendeau/El Sol)

“Ya han pasado más de veinte años desde que se imprimió [en] color, en Quebec puede ser fácilmente un dolor de cabeza. Hay títulos que son absolutamente imposibles de hacer en Canadá”, añade Audet.

Al respecto, el empresario pone como ejemplo su popular ABC de las chicas escrito por Catherine Girard-Audet. Un libro de más de 400 páginas que viene con muchos colores, un efecto en la portada, un marcapáginas en el interior, etc.

“En muchos casos imaginamos que todo es factible en Quebec, pero a menudo no es así. libros de cartón, [par exemple]ya no hay un solo impresor que pueda hacerlo ni siquiera en Estados Unidos”, añade el editor, que ahora debe recurrir a Polonia o China para producir sus libros destinados a los niños pequeños.

Un objeto hermoso… caro

A veces lo olvidamos, pero más allá de sus fabulosas historias, los libros también son objetos en sí mismos, cuyos materiales no se eligen al azar. Tienen un impacto real en la experiencia de lectura.

Sin embargo, a diferencia de las novelas en blanco y negro, el color y las ilustraciones imponen costes adicionales. Porque, en la industria del libro como en muchas otras disciplinas culturales, cada elección artística tiene un impacto directo en el coste de la obra. Ya sea una cubierta de cartón a la que le damos un efecto brillo, una encuadernación cosida en lugar de pegada, el tipo de papel preferido, etc.

Si bien el precio varía en función de los proyectos y de su complejidad, imprimir un libro en Quebec cuesta generalmente hasta el doble que en el extranjero, según los editores entrevistados por el sol. Y esto, a veces incluso incluyendo costes de transporte adicionales.

En parte por esta razón, La Pastèque también mira al extranjero desde hace varios años. La editorial de Montreal, especializada en cómics y álbumes infantiles, imprime la mayoría de sus obras en Eslovaquia y Polonia.

En la creación de un libro, desde la portada hasta las páginas ilustradas, cada pequeño detalle cuenta e implica costes adicionales. (Jocelyn Riendeau/El Sol)

“Debes saber que quedan muy pocas fábricas todavía en pie. En Quebec, tal vez todavía queden dos [grands] impresoras? […] Hay muchas estructuras pequeñas que pueden imprimir libros, pero no podemos trabajar con ellas debido a la naturaleza de nuestros libros”, explica Martin Brault, cofundador y editor de La Pastèque.

Para el editor que también distribuye sus libros en Francia, imprimir en Europa es una especie de compromiso entre sus cuestiones logísticas, económicas y medioambientales.

“Es cierto que somos canadienses, quebequenses. Nos decimos que sería interesante imprimir libros aquí… pero es imposible. A menos que mi clientela sea extremadamente rica”.

— Martin Brault, cofundador de las ediciones La Pastèque

«[En tant qu’éditeur]No puedo darme el lujo de vender álbumes infantiles de 48 páginas por 27 o 28 dólares. Esto no es posible. Soy consciente de que el bolsillo de los lectores no se puede ampliar”, afirma Brault.

La colaboración con imprentas europeas le permite seguir siendo competitivo frente a la generosa oferta de las librerías, ofreciendo al mismo tiempo un producto de calidad. Esto a pesar de que los costes de impresión, el coste del papel o incluso el coste de vida en general han aumentado significativamente durante la pandemia.

“Cada vez es más caro producir libros. […] A través de todo esto, tenemos editoriales que no quieren aumentar demasiado el precio de los libros porque no quieren dañar el mercado. Quieren seguir ofreciendo precios asequibles. Por eso los márgenes de las editoriales se reducen cada vez más. Nos enfrentamos a editoriales que, al fin y al cabo, son bastante frágiles”, subraya Karine Vachon, directora general de la Asociación Nacional de Editores de Libros (ANEL).

Entre el árbol y la corteza

Imprimir sus libros en el extranjero o en Quebec es un verdadero debate en el mundo editorial. Para ANEL, sin embargo, no es necesario adoptar una posición oficial sobre la cuestión, recordando que se trata de una “elección comercial” específica de cada empresa.

Desde que fundó La Pastèque en 1998, Brault ha recibido pocos comentarios de lectores que critiquen la ubicación de sus impresiones. Sin embargo, los que recibió le hicieron pensar en cosas diferentes, incluidos los gases de efecto invernadero generados durante el transporte de sus productos.

Esto es en parte lo que lo empujó, hace unos años, a reducir sus contratos con China y volverse hacia Europa. “Pero no puedo cortarlo por completo. Porque, de lo contrario, hay proyectos que no verán la luz”, recuerda.

El fundador de las ediciones Les Malins, Marc-André Audet, también prefiere reducir el impacto medioambiental de sus libros “cuando podamos elegir”.

El editor también dice ser consciente de las cuestiones éticas relacionadas con las condiciones laborales en las fábricas chinas. En definitiva, lugares “muy automatizados” donde el salario es a veces más generoso que en Polonia, precisa.

“Conocemos a los impresores con los que trabajamos”, asegura Audet, subrayando que estas imprentas reciben ocasionalmente visitas de inspectores contratados por grandes grupos de editores.

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