“Hot Milk”: la fascinante Deborah Levy

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Una medusa en su elemento. IMAGEBROKER/ANDIA.FR

“Hot Milk”, de Deborah Levy, traducida del inglés (Estados Unidos) por Céline Leroy, Le sous-sol, 320 p., 22,50 €, digital 16 €.

El agua es el elemento de Deborah Levy. Sus lectores saben que el autor deEstado de la situación nada con la mayor frecuencia posible y sueña con una casa junto al mar o un lago. Descubriendo Leche caliente (“leche caliente”), pensamos que su escritura en frases cortas tiene en sí misma algo acuático. Una apariencia de sencillez, una claridad manifestada que se desdibuja en un instante. Una capacidad de transportar, bajo la transparencia de su superficie, corrientes contrarias, a veces violentas. Una forma, por fin, de absorber los sonidos, de atenuarlos, que nos incita a escuchar y agudiza nuestra atención. Cualidades todas ellas que contribuyen en parte al poder hipnótico de esta novela, publicada en su versión original en 2016, ahora magníficamente traducida por Céline Leroy, que ya trabaja en la trilogía autobiográfica compuesta por lo que no quiero saber, El costo de vivir Y Estado de la situación (The Basement, 2020 y 2021), esta tríada existencial y material que ha renovado el género de la autoficción y ha consolidado a Deborah Levy, nacida en 1959, como una escritora tan admirada por sus coetáneos como querida por un amplio público.

A pesar de su título, hay mucha más agua que leche en Leche caliente. El mar está aceitoso frente a la costa de Almería, España. Allí fue donde la británica Sofia Papastergiadis, durante el mes de agosto de 2015, acompañó a su madre, Rose, para tratar unos dolores que aparecían y desaparecían según las circunstancias pero que la mayor parte del tiempo le impedían caminar. Convirtieron a Sofía, de 25 años, en su esclava, obligándola a abandonar su tesis de antropología. Rose, originaria de Yorkshire, hipotecó su casa para pagar los 25.000 dólares que le pidió el doctor Gómez para recibirla en su majestuosa clínica de mármol.

Durante estas vacaciones obligadas, Sofía nada, ignorando las banderas que anuncian la presencia masiva de medusas, y sufre una picadura. Qué más ? En términos de giros y vueltas espectaculares, no mucho; Sofía se declara “antitrama principal”, una tendencia compartida por Deborah Levy. Su narrador tiene un romance con una alemana y un español. Parte hacia Atenas para encontrar a su padre, a quien no ve desde la infancia. Acaba de casarse con una mujer joven y tiene un bebé. Ella trata de seguir los mandatos para cultivarla. “intrepidez”. Observa el mundo que la rodea con la perspectiva de un antropólogo, lo que a menudo le aporta perspicacia y humor, pero no excluye eclipses de lucidez: los antropólogos también tienen su “sistema de creencias”.

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