Ayrton Senna. Aún treinta años después de su muerte el 1 de mayo de 1994 en el circuito de Imola, el piloto brasileño y su eterna sonrisa permanecen en nuestra memoria. Incluso aquellos que no lo conocieron en vida, amantes de la F1 y del automovilismo, han visto y vuelto a presenciar las carreras del prodigio brasileño al volante de su Toleman, Lotus, McLaren o Williams. Un piloto ciertamente talentoso, pero exigente consigo mismo y con su máquina, con una minuciosidad llevada al extremo. Tres títulos de campeón del mundo, una rivalidad con Alain Prost que hará saltar chispas en la pista y en los paddocks, la llegada de una joven promesa alemana, Michaël Schumacher, y la promesa de grandes duelos por venir.
Pero en Imola el destino había decidido otra cosa. Ya durante los entrenamientos del viernes, Rubens Barrichello sufrió un espectacular accidente. Más miedo que daño. El sábado, Roland Ratzenberger murió al chocar contra una pared. La conmoción en el mundo de la F1, que no había sufrido un accidente mortal desde 1982. El domingo 1 de mayo, una atmósfera pesada pesaba sobre el mundo de la F1. Comienza la carrera. Primera colisión en la línea. Segunda salida, unos segundos después ondean las banderas rojas. La carrera está parada. En la curva de Tamburello, el Williams disparó recto. El shock es terrible. Unas horas más tarde nos enteramos del fallecimiento del piloto brasileño. Después del asombro, del dolor, nació la leyenda y continúa. “Siempre pensé que Ayrton era el mejor piloto de la historia de la F1”, dijo Gerhard Berger, piloto y amigo. Los autores de este libro, a través de más de 200 fotografías, entrevistas exclusivas, se centran en las carreras más destacadas, recorren la carrera de este piloto legendario.
Sen eterno, Daniel Ortelli, Thomas Woloch, Dominique Leroy, Glénat, 224 p, 39,95 €
