Catherine Weinzaepflen: Tierra nómada (de otro lugar)

Catherine Weinzaepflen: Tierra nómada (de otro lugar)
Catherine Weinzaepflen: Tierra nómada (de otro lugar)
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yoLibro electrónico de Catherine Weinzaepflen, AdemásSe construye en torno a una idea del mundo y de lo que implica vivir en él: la omnipresencia, la permanencia de otro lugar. El mundo nunca está enteramente aquí, siempre implica un otro lugar. Ir hacia ese otro lugar, encontrarse allí, es desplazar el otro lugar que persiste más allá del aquí.

Estar en el mundo, con el mundo, es estar en relación con una multitud de otros lugares, un otro lugar infinito, siempre desplazado, móvil. Nuestra relación con el mundo, nuestra existencia en el mundo implican este nomadismo del mundo, el aquí siendo relativo a un otro lugar que nunca deja de desaparecer, de reformarse, diferente, siempre ahí.

Si se plantea la cuestión del habitar, de lo que significa habitar en relación con otro lugar, se plantea también la cuestión del viaje, del movimiento hacia otro lugar, de su encuentro necesariamente en parte perdido. En el libro de Catherine Weinzaepflen, se trata de viajes, de viajar, de ir hacia otro lugar, siendo el viaje quizás, precisamente, una manera de habitar el mundo, es decir, de estar constantemente, dondequiera que uno esté, en relación con otro lugar donde uno se encuentra, hacia el cual uno va, al mismo tiempo que lo extraña.

En estos viajes se descubre otro lugar bajo la forma de otro lenguaje: el de los animales, sus gritos, sus llamadas, sus silencios; el de otras historias de las que la autora, en su texto, introduce fragmentos (“ El que vivía en el bosque […] / donde regresó un año después / luego se ahorcó »). El otro lugar al que llegamos es un conjunto de sensaciones y percepciones que se presentan, la mayoría de las veces, en modo descriptivo: el sol, el verde, el rojo, la tierra, las rocas negras, una montaña, el cielo… Atenerse a la descripción más simple, limitada a la sensación presente, lleva a no integrar lo que se percibe desde otro lugar –devenido aquí– en un todo mayor que sería un lugar tan preciso, una cosa tan definida, un sentido tal (los pájaros gritan: ¿qué dicen?). Lo que se percibe es un fragmento de un todo que no se percibe, que permanece elusivo, en otro lugar o más allá –un fragmento que tampoco es reducible al aquí, a lo que ya se nombra, se piensa, se experimenta. El fragmento percibido permanece heterogéneo con respecto al conjunto de lo que ya se sabe y solo puede ser percibido como un fragmento cuyo sentido, realidad y coherencia escapan, al menos en parte.

Lo que percibo es sólo esto o aquello, lo que se me aparece en el presente según cualidades precisas (tal color, etc.) a la vez que vagas: estas cualidades podrían encontrarse casi en cualquier parte, aquí como en otro lugar, en otro lugar, o ser otra cosa. Lo mismo ocurre con las historias que en parte componen cada texto: sin explicaciones particulares o esclarecedoras, sin desarrollos (¿por qué se suicidó tal persona en el bosque?), aparecen como fragmentos de una vida general que nunca se agota en un discurso, que existe más allá, allí de nuevo en otro lugar. Lo fragmentario, lo relativo, lo más objetivo a la vez que lo más vago son los medios por los cuales lo dicho y sentido, percibido, implica algo más que no se nombra –un otro lugar o un afuera, una dimensión más grande que se impone por el hecho de no ser nombrada.

La imprecisión, la concentración en fragmentos de sonidos, de historias, en percepciones mínimas nos permite no situarnos con precisión, no apegarnos a un contexto geográfico o nacional: estas rocas negras podrían existir en muchos lugares del mundo, el cielo y el azul del cielo no existen solo aquí, los bosques se pueden atravesar en muchos lugares del planeta, el rojo o el verde son ciertamente perceptibles en todas partes. De hecho, en este libro, la geografía sigue siendo “vaga” porque se piensa y se vive desde la omnipresencia de otro lugar –un otro lugar que podría ser aquí, un aquí que podría ser en otro lugar. Las indicaciones geográficas, los lugares a veces nombrados no son suficientes para separarlos de otros lugares posibles, otras geografías del mundo que también podrían ser aquí. El lugar, este lugar, este aquí siempre están relacionados con algo más allá del horizonte, otros lugares hacia los que se desliza el aquí, que lo implica y que lo nomadizan: “ La tierra es roja / como en África / hierba seca intransitable / alrededor de las tumbas japonesas “.

El que viaja puede decir “yo”, pero lo que dice es lo que se ve, lo que se percibe, es el otro lugar que se recibe, los colores, las cosas, los seres, los sonidos, las historias, un afuera que afecta como tal. El yo, el sí mismo, es nómada, su discurso se llena de fragmentos del mundo, se convierte en la contemplación de estos fragmentos. Surgen recuerdos, juicios, referencias artísticas se indican con ocasión del otro lugar pero están afectados por la lógica de la fragmentación, de lo “vago”: “ Véase la fotografía de Gustave Le Gray. » ; « Pienso en Kevin » ; « y yo que me pongo a pensar / en ingles » ; « En el ecuador / hace mucho tiempo / experimenté / cierta desgracia “Quien viaja expresa lo que produce en él, lo que actúa sobre él desde afuera: se convierte en una palabra que enumera, desgrana, y lo que expresa sobre sí misma se expresa por fragmentos tomados de un todo que no está dado, que no está dicho, siendo el discurso el índice de un todo más grande que no existe aquí, en el texto. Es este otro lugar, tanto geográfico como mental o social, cultural, el que emerge virtualmente a través y en el texto y lo construye –lo que fragmenta el yo en favor de un discurso perforado, alusivo, fragmentario.

En el libro de Catherine Weinzaepflen, el otro lugar y su distancia afectan también a la relación con el otro, el otro está en el texto voluntariamente en otro lugar, ausente de aquí y del presente: objeto de la memoria (lo que produce otro lugar es entonces la distancia y el tiempo), fallecido (Philippe Lacoue-Labarthe), o geográficamente distante, lo que en este último caso genera una correspondencia escrita, un discurso dirigido a aquel que está lejos pero que, sin embargo, al mismo tiempo, está aquí. El presente, la presencia, están habitados por la distancia de un otro lugar que la memoria o el lenguaje se esfuerzan por franquear, tal vez por abolir, sin lograrlo, el otro lugar que permanece en otro lugar. Y sin duda la memoria o el lenguaje son también lo que hace existir esta distancia, lo que, lejos de borrarla, la hace vivir, la hace perceptible, la hace estar en el mundo y constituye el mundo. La relación con el otro es, pues, lo que puebla aún más el mundo de otros lugares multiplicados.

Además es un libro en el que es el otro lugar, la relación con el otro lugar lo que hace escribir. Evidentemente, para Catherine Weinzaepflen no se trata simplemente de evocar sus viajes, tal o cual lugar lejano poblándolo de su yo invasor, omnipotente, como hace hoy algún escritor mediocre y fascista. En este último caso, el otro lugar es negado, reducido al aquí, al mí, a la nada. Catherine Weinzaepflen hace lo contrario, dejándose afectar por la relación con el otro lugar, por su lógica, multiplicando ese otro lugar, es decir, multiplicando el mundo que entonces existe como una inmensa, esquiva, libre pluralidad, que hay que contemplar, siendo la escritura uno de los medios para crear esa contemplación. El otro lugar se convierte en lo más extraño o lo más extranjero, que aparece como un conjunto de signos vagos, fragmentarios, oscuros, comparables a esos gritos de pájaros que abren la colección.

Catherine Weinzaepflen, AdemásEdiciones Lanskine, 96 páginas, 16 €. Publicado el 10 de septiembre de 2024.

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