La columna de Pierre Taribo

La columna de Pierre Taribo
La columna de Pierre Taribo
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© Ciudad de Nancy

Entre la realidad compleja, las fricciones, las preocupaciones o los sueños de cambio, el descenso del debate público cada vez más mediocre y la incertidumbre del paso del tiempo dejándonos un día y a una hora desconocida en la orilla, si la vida fuera una novela, sin duda se escribiría en Nancy, donde el libro desempeña un papel central. La columna de Pierre Taribo.

Ciudad de merecida reputación cultural, la ciudad ducal se ha apasionado por la mayor feria literaria del nuevo curso escolar. ¿Es esta una oportunidad para que ella y sus habitantes encuentren allí refugio o las preocupaciones se desvanecerán? Las de los electos que se enfrentan a incertidumbres presupuestarias, retrasos en las obras, proyectos estancados, decisiones difíciles y a veces arriesgadas (¿por qué no dejar la plaza del Arsenal libre de la horrible plataforma que la desfiguraba tal como está ahora?); las de los habitantes, muchos de los cuales se preguntan si detrás de las teorías y promesas que a veces se esfuman como los escombros de un accidente, hay un futuro mejor. Tormentos que nos remiten a la crónica del asfalto: es decir, todas las ortigas del paisaje urbano, anunciadas como algo que hay que apaciguar.

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Por el momento, sigue siendo arte figurativo, con las obras, la red de transporte público provisional, las consultas reales o un tanto artificiales, ya que la puesta en escena ya está en gran parte terminada. Solo pedimos entrar en la sacristía de las transformaciones terminadas, pero admitimos que con los trastornos de la plaza de la República y otras obras inevitables pero que generan tantos trastornos y bloqueos de tráfico, la iglesia está doblemente cerrada.

En política, nos conformamos a menudo con el supuesto valor del discurso, un poco como si tejer historias cuyo punto común es un calendario por definir y una financiación por encontrar ya tendiera un puente hacia la realidad. Un vínculo vale dos, y ya lo tendrás: los programas siempre tienen una parte punteada.

Para escapar de la incertidumbre y la tristeza, un buen remedio es pasearse por las librerías. La de Livre sur la Place es enorme y está llena de particularidades. Se respiran vibraciones allí, la difusión de la lectura no es sólo un eslogan sino un hecho establecido. Para todas las generaciones, es una escuela de buena lectura donde el futuro del mundo editorial no es un gran interrogante.

El éxito tiene su lado malo, hay crisis inmobiliaria. La multitud aprieta, se agolpa en los pasillos de la marquesina, escritores, ensayistas, historiadores, de aquí y de otros lugares, conocidos, reconocidos o por conocer, encadenan las dedicatorias. Maratón para muchos con como plus preguntas, debates; ejercicio menos tenso para otros, el mestizaje funciona y es la sal de estos días a lo que hay que añadir la prisa hacia los debates, conferencias y mesas redondas.

“Leer es como escribir, una preciosa libertad”

Confidencias, humor y reflexiones: los misterios se desvelan, las explicaciones surgen libremente, las lecturas cautivan. Los sentimientos que se dan a la vida son fuertes. Cualesquiera que sean los gustos que llevan a cada uno hacia la literatura, la historia, la filosofía, la poesía, la política, cada uno está inmerso, con un pie en la experiencia vivida y el espíritu más arriba. Y qué decir del ejemplo dado por Edgar Morin, excepto que, habiendo perdido la primavera para referirse a su último libro, el año hace surgir al borde del otoño una secuencia que hay que archivar, un momento raro en el que la ejemplaridad de un más que centenario se nos impone con su humanismo, su percepción del presente, sus compromisos, su libertad de tono.

La lectura no calma necesariamente las almas, las perplejidades, los disgustos y los motivos de desolación que se han multiplicado desde hace meses, pero la lectura es como la escritura, una libertad preciosa que hay que preservar. La literatura despierta las conciencias, enseña la tolerancia y la pluralidad, aumenta la influencia cultural, permite absorber vitaminas vigorizantes y hacer hervir la imaginación.

No escribiremos aquí las crónicas del asfalto, donde sin embargo habría material para cuestionar, anotar, deplorar o saludar. ¿Ciudad inmóvil, descompuesta, que parece desconectada, sin ideas y no a la altura de los desafíos que la esperan o ciudad en transición que se prepara para avanzar más rápidamente y en la dirección de la vida urbana tal como debe ser concebida hoy?

El debate está abierto. Se prolongará, se acelerará y se calentará de aquí a las elecciones municipales de 2026, cuya campaña comenzará pronto. El tiempo avanza, las reformas llevadas a cabo o que marcan el paso serán objeto de escrutinio, las polémicas en torno a la fiscalidad, cuyo grado de aceptabilidad es cuestionable, volverán a resurgir. Esa es la regla del juego. Pero antes de que los bandos opuestos pongan en marcha los motores políticos, ha habido el tiempo suspendido del Libro en la Plaza en el que todos están de acuerdo. Y, a diferencia de la vida pública, no es un cuento de hadas.

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