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Por qué Donald Trump ha estado interesado en Groenlandia desde 2019

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Revelado el 15 de agosto de 2019 por El diario de Wall StreetEl interés de Donald Trump por adquirir Groenlandia fue confirmado tres días después por el propio presidente. La negativa del Gobierno groenlandés y de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, empujó a Donald Trump a retrasar su visita a Dinamarca, prevista para septiembre, lo que provocó un incidente diplomático entre ambos países.

La actitud del presidente estadounidense, acostumbrado a salidas provocativas, ha sido ampliamente criticada. Sin embargo, no se debe en nada al azar.

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Carrera hacia el Ártico

Los comentarios de Donald Trump son parte de un contexto más amplio en el que el Océano Ártico se está convirtiendo en un lugar de creciente inversión por parte de rusos y chinos, a medida que el calentamiento global derrite la capa de hielo. Los territorios árticos son ricos en materiales esenciales para la industria (oro, zinc, cobre, grafito, níquel, platino, uranio) e hidrocarburos.

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Mapa del Océano Ártico. INFOGRAFÍA EL MUNDO

En esta carrera por explotar los vastos recursos subterráneos del Ártico, Rusia y China han superado a los estadounidenses. Según la consultora financiera Guggenheim Partners, en el océano más septentrional del planeta están surgiendo varios cientos de proyectos de infraestructura que representan más de 860 mil millones de dólares en inversiones.

Rusia ya ha previsto inversiones por valor de 186 mil millones de dólares, frente a poco más de 100 para Estados Unidos. La petrolera rusa Rosneft ha comenzado a perforar en un yacimiento con un potencial estimado de 500 millones de barriles y descubre periódicamente nuevos yacimientos potenciales. Gazprom ya extrae grandes cantidades de gas de sus operaciones en el mar de Pechora.

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Noruega también se ha embarcado en la extracción de recursos petrolíferos en el mar de Barents, al norte de sus costas, con una primera explotación en el campo Goliat, encargada en 2016. Una segunda explotación debería ver la luz en 2022.

Pero además de los ocho países de la zona, China es (más o menos) el invitado sorpresa en la carrera por los recursos. Porque, aunque no tiene costa en el Océano Ártico ni reivindicación territorial alguna, la segunda economía del mundo pretende pesar y se ha declarado como “Poder casi ártico”. Forma parte del Consejo Ártico como país observador desde 2013 y ha adquirido una participación en empresas conjuntas rusas de explotación de gas.

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China también ha aumentado las inversiones en los países árticos europeos, particularmente en Groenlandia, a cambio de acceso a los recursos minerales de la isla, lo que permite que el territorio dependa menos de su supervisión danesa.

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Una cuestión estratégica para Estados Unidos

Estas iniciativas chinas son percibidas por Estados Unidos como una amenaza directa a su influencia sobre una región que consideran una extensión geográfica del continente americano, como Alaska, adquirida en 1867.

Ante estos avances chino-rusos, las autoridades estadounidenses intentan ahora reaccionar. Así, la administración Trump anunció en enero de 2018 la apertura de las aguas árticas americanas a la perforación, en particular frente a la costa de Alaska, pero la decisión fue considerada ilegal por un juez del Distrito de Alaska el 31 de marzo, porque sólo el Congreso tiene el poder de agregar áreas abiertas a la explotación de hidrocarburos. Este revés desafía las ambiciones de la administración Trump, que ahora considera el Ártico como una cuestión central. La estrategia publicada por el Pentágono en junio de 2019 presenta claramente este ámbito como una nueva gran competencia entre ellos, los rusos y los chinos.

Más allá de la geopolítica, las declaraciones de Donald Trump tienen también una connotación muy política: se trata también de adoptar una retórica más agresiva y directa, como la estrategia musculosa adoptada por Moscú. Donald Trump, desde su elección, se ha esforzado por “sacudir” un juego diplomático habitualmente moderado y muy codificado, que está resultando popular entre su electorado, aficionado a esa imagen de negociador “duro” pero realista (o “negociador” ”). ), capaz de mover las líneas.

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Una compra que parece improbable

A pesar de los deseos estadounidenses, la compra de esta isla de 2,16 millones de kilómetros cuadrados sigue siendo muy improbable debido a numerosos obstáculos. Como tal compra debe pasar por un tratado, debe ser ratificada por las tres partes: Estados Unidos, Dinamarca y Groenlandia, cuyo consentimiento es obligatorio. Sin embargo, los groenlandeses no quieren una toma de poder ni una nueva tutela, sino todo lo contrario –y llevan mucho tiempo pidiendo– más autonomía, si no una independencia real, en Copenhague.

Al otro lado del Atlántico, la ratificación de un tratado de compra requiere necesariamente la aprobación del Congreso, es decir tanto del Senado (que debe ratificar), controlado por los republicanos, como de la Cámara de Representantes (que debe dar su autorización presupuestaria). Si bien la ratificación de los senadores no es inconcebible, la Cámara de Representantes, que volvió a la bandera demócrata en las elecciones intermedias de noviembre de 2018, hace que la celebración de un tratado sea, en el mejor de los casos, incierta y, en el peor, imposible.

Por último, por parte danesa, también se excluye por completo una venta, ya que Copenhague no tiene ningún interés en perder su influencia histórica sobre este territorio que reclama desde 1775, sobre todo porque ya rechazó una oferta de los Estados Unidos en el pasado. En efecto, después de haber pensado en adquirir la isla en 1867 (justo después de haber comprado Alaska a los rusos), los estadounidenses presentaron una oferta en 1946 a los daneses, ofreciéndoles 100 millones de dólares en oro, que estos últimos habían rechazado. La propuesta, que permaneció secreta, no se reveló hasta 1991, cuando un periódico danés, el Jyllands-PostenEstudió los documentos ahora desclasificados.

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Actualizado el 28 de agosto de 2019 a las 4:40 p. m.: Tras las aclaraciones hechas por Mikaa Mered, profesora de geopolítica en Ileri y especialista en el Ártico, hemos eliminado la mención del estudio del USGS de 2008 (cuyas cifras están obsoletas), así como las cifras de inversión estadounidenses en el Ártico.

Gary Dagorn

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