Este texto es parte del cuaderno especial Placeres.
El Salvador, que alguna vez fue demasiado arriesgado para explorarlo, se ha convertido en uno de los países más seguros de América. También es uno de los más auténticos, ya que ha logrado conservar una relativa virginidad. Razón de más para ir ahora, en caso de que la marea empiece a cambiar.
Alrededor del año 600 d.C., el volcán Laguna Caldera entró en erupción, cubriendo sus alrededores con una gruesa capa de ceniza, incluida la aldea maya de Joya de Cerén.
Descubierto por casualidad en 1976, el sitio que ahora recibe el sobrenombre de “la Pompeya de América” no se parece en nada a la famosa ciudad romana. Pero desde que fue liberado de su protección volcánica, “constituye el ejemplo más conocido del entorno de vida de los agricultores mayas”, asegura Roberto Caledonio, guía salvadoreño.
Joya de Cerén, incluida en la Lista del Patrimonio de la UNESCO, es solo uno de los muchos sitios mayas en El Salvador, y uno de los hallazgos sorprendentes que esperan a cualquiera que llegue al país más pequeño de Centroamérica.
Más allá de su revitalizado centro histórico, la capital, San Salvador, alberga cada vez más las oficinas centrales de grandes empresas, como Google. Las carreteras del país son las más bellas de Centroamérica y en las ciudades es posible pagar un paquete de chicles en bitcoins, moneda reconocida del mismo modo que el dólar estadounidense. Mejor aún: ahora nos movemos sin que el miedo nos paralice en este país que no hace mucho estaba entre los más violentos del mundo.
Un presidente extraordinario
Al llegar al poder en 2019, el actual presidente, Nayib Bukele, tomó grandes medidas de limpieza al enviar a la cárcel a cualquiera que pareciera un miembro de una pandilla armada. De ahora en adelante, le grita a cualquiera que lo escuche que su país es el más seguro de América.
A pesar de su particular manera de abordar la noción de Estado de derecho, quien se describe a sí mismo como “el más Frío del mundo” recibe el apoyo de la mayoría de la población. “El país realmente ha cambiado mucho, la gente ya no tiene miedo de salir y quiere a su presidente, aunque haya habido detenciones arbitrarias”, observa Roberto Cañas, un quebequense de origen salvadoreño que huyó del país durante la guerra civil en 1981, y que permaneció allí el pasado mes de noviembre.
Si los turistas ya llegaban a El Salvador en una época en la que era inaccesible, están más presentes que nunca en este país tranquilo, donde los salvadoreños aliviados sonríen al primero que llega, aunque no siempre estén bañados en oro. Hay que decir que El Salvador ha recorrido un largo camino, después de 12 años de guerra civil alimentada por Estados Unidos, varios terremotos importantes (en 2001, 2014, 2019, etc.) y años interminables de (sobrevivir) viviendo bajo el yugo. de las maras, estas terroríficas bandas de matones.
Surf y volcanes
El país centroamericano más pequeño (21.000 km2un poco menos que Israel), vecino de Honduras y Guatemala y muy abierto al Pacífico, El Salvador es frecuentado desde hace mucho tiempo por surfistas que vienen a practicar surf en estrechos rodillos, especialmente en Surf City, un enclave turístico desarrollado por el Estado en La Libertad.
Hoy en día, el largo paseo de madera flanqueado por bares y restaurantes de El Tunco está más animado que nunca, a lo largo de las playas de color obsidiana. Cuanto más extranjeros prueban el significado de fiesta y la acogida salvadoreña, más quieren prolongar, aunque la factura –aunque razonable– sea más cara de lo esperado.
Cubierto por casi 200 volcanes, algunos de los cuales están activos, El Salvador presenta un relieve natural resplandeciente, con un impresionante potencial al aire libre. El ascenso del volcán Santa Ana, coronado por un lago en un cráter de color turquesa lechoso, ya es tremendamente impresionante. Desde la cima, a 2.381 metros, abrazamos otro lago de cráter, el de Coatepeque, así como el cono casi perfecto del volcán Izalco, este “faro del Pacífico” cuyas coladas de lava guiaron a los navegantes hasta los años cincuenta.
Donde afloran los esplendores
Además, las laderas de varios volcanes salvadoreños están repletas de plantaciones de café, lo que convierte a El Salvador en uno de los productores de néctar negro más famosos, como descubrimos al visitar la finca El Carmen, en Concepción de Ataco. En primavera, las flores de los cafetos cubren los volcanes con pétalos blancos, lo que hace que recorrer la Ruta de las Flores sea muy agradable de recorrer.
No importa la época del año, esta bucólica ruta panorámica también te permite pasar por algunos pueblos con encanto. En Ataco, las fachadas están cubiertas con frescos ingenuos y elegantes; En Apaneca y Salcoatitán las iglesias están tan inmaculadas que uno creería que recibieron un sello divino que nadie se atrevió a refrendar.
Aquí y allá, cementerios alegremente pintados se burlan de la muerte, del tipo que tan a menudo ha llegado ciegamente a este país. “Para nosotros, los difuntos están vivos en el corazón”, afirma Roberto Caledonio. Si no los cuidamos, morirán para siempre. »
Soplos de aire fresco
En casi todas partes de El Salvador se respira el aire vigorizante de un país que no ha sido contaminado por el olor del turismo de masas. Por eso, pocos curiosos se adentran en las bonitas calles adoquinadas de Suchitoto, aunque se considera el pueblo colonial más bello del país. Ningún autobús descarga su exceso de turistas en los buenos y pequeños restaurantes salvadoreños y ningún bar de un complejo hotelero estropea las zonas costeras.
Pero en los próximos años la situación podría cambiar. Se está desarrollando una Surf City II y se construirá un nuevo aeropuerto en el este del país. Por no hablar de la presencia significativamente creciente de China, que eventualmente exigirá una devolución del favor.
Por lo tanto, es oportuno ir a El Salvador: con tantos proyectos en marcha, no sabemos realmente cuándo la máquina de desarrollo podría dejarse llevar…
Gary Lawrence fue el invitado de la Cámara Salvadoreña de Turismo en Canadá, Voyages Munditour y Air Transat, quienes no tenían derecho a revisar este texto.
Este contenido fue producido por el equipo de Publicaciones Especiales de Deberrelacionados con la comercialización. La escritura del Deber no participó.
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