Publicado el 22 de diciembre de 2024 a las 15:25 horas. / Modificado el 22 de diciembre de 2024 a las 15:26 horas.
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Eran las 19.03 del sábado por la noche cuando todas las campanas de la iglesia de Magdeburgo empezaron a sonar. El día anterior, a la misma hora, un todoterreno conducido por un médico saudita atravesó los abarrotados pasillos de un mercado navideño, matando al menos a cinco personas -entre ellas un niño de nueve años- e hiriendo a más de 200 personas.
Según la policía, cerca de 3.000 personas guardaron un silencio pesado y concentrado en la gran explanada situada frente a la catedral protestante de Magdeburgo. Envueltos en sus abrigos, bajo una fina lluvia, a menudo con una vela en la mano, la multitud siguió luego, en la gran pantalla, el homenaje religioso ecuménico, celebrado en el interior del edificio en presencia del Jefe de Estado Frank -Walter Steinmeier y Canciller Olaf Scholz. Un homenaje centrado en las víctimas, en la “ira y la incomprensión” vinculadas a este ataque, pero también en la “necesidad de no dejar que el odio invada los corazones”.
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