DayFR Spanish

El arte de barrer bajo la alfombra nacionalista argelina.

-

El hashtag “#ManishRadi” ha despertado tensiones en Argelia, provocando una respuesta inmediata del régimen, que lo ve como parte de un complot urdido por el “Makhzen” y su aliado israelí. Este grito de protesta, aunque arraigado en males muy reales de la sociedad argelina, se desvía así para alimentar la retórica clásica destinada a eclipsar las demandas populares frente a décadas de estancamiento.

Un hashtag, un pánico nacional

En Argelia, el hashtag “#ManishRadi” tuvo el efecto de una piedra en el agua… o más bien un adoquín en un estanque estancado. Este lema de protesta, aunque muy argelino, tuvo la desgracia de poner de relieve los males que azotan a la sociedad. Inmediatamente llegó la respuesta: se trataría de una manipulación marroquí orquestada en la sombra por un “laboratorio oculto” del “Makhzen”, apoyado –por supuesto– por el enemigo favorito de los regímenes en crisis: Israel. Nada como una conspiración extranjera para distraer la atención de lo esencial, es decir, el legítimo descontento popular ante décadas de inacción.

Por lo tanto, el hashtag incriminado habría sido “tendencia” en Marruecos, la prueba definitiva para algunos de que los vecinos del Edén occidental están haciendo de titiriteros en este asunto. Razonamiento sorprendente: no es imposible imaginar que los marroquíes, al igual que los tunecinos o los kuwaitíes, simplemente compartieran una noticia argelina. Pero en el mundo paralelo del régimen de los capos de Argel, donde cada crítica interna es un ataque externo, la simplicidad, lamentablemente, no tiene cabida.

Autosatisfacción disfrazada de patriotismo

Sin embargo, en respuesta a “#ManishRadi”, se difundió masivamente el contrahashtag “#AnaMâaBladi” (Estoy con mi país), transformando la crítica social en un acto de traición nacional. Una estrategia clásica que consiste en desviar la atención de los problemas reales agitando la fibra patriótica.

Pero si rascamos debajo del barniz, el argumento se desmorona. Sí, los argelinos “no están satisfechos”, como nos recuerda el célebre comentarista “Hafid Derradji”, pero, sin embargo, estarían dispuestos a sufrir en silencio por solidaridad con un Estado que los ha abandonado durante decenios. Un gran ejercicio de resiliencia, o diría el más cínico, de resignación.

¿Y qué podemos decir de los políticos e influencers argelinos que, en lugar de pensar en las demandas de sus conciudadanos, prefieren denunciar una guerra híbrida liderada por el vecino Marruecos? A este ritmo, pronto se achacará a Rabat cada corte de electricidad o subida del precio del pan, como siempre. No faltan ejemplos en este sentido, los incendios en Cabilia, el robo del monte Toubkal y olvidémonos de lo verde y lo inmaduro.

La respuesta del régimen de los dos seniles desde el balcón del espectáculo de los Muppets realizado en Argelia también pone de relieve una realidad desoladora: la debilidad estructural de los medios de comunicación locales. Al no poder proporcionar información creíble e independiente, dejan que la población recurra a plataformas y redes sociales extranjeras, donde el debate está menos controlado. En lugar de invertir en una apertura genuina de los medios, el régimen prefiere denunciar manipulaciones externas, reforzando así la dependencia de los ciudadanos de fuentes a menudo sesgadas.

El espejo roto de los medios argelinos

Esta situación refleja el fracaso de un sistema que, en lugar de resolver los problemas estructurales de Argelia (desempleo, inflación, colapso de los servicios públicos), está estancado en una retórica de victimización nacional. La paradoja es evidente: un Estado que pretende luchar contra la desinformación sin ofrecer a sus ciudadanos un espacio público digno de ese nombre.

En última instancia, la campaña “#AnaMâaBladi” no es más que una respuesta instintiva a una verdad incómoda. Los argelinos no están satisfechos y lo hacen saber, le guste o no al régimen. Intentar hacer pasar las críticas internas como un ataque externo es una estrategia de distracción que ha demostrado ser exitosa en regímenes autoritarios. Pero, lamentablemente, ya no engaña a mucha gente.

Frente a un mundo en reorganización, donde los desafíos son tan económicos como ecológicos, Argelia se beneficiaría si transformara este malestar en una fuerza impulsora de reformas. Pero para ello, primero debemos escuchar la voz del pueblo en lugar de silenciarlo. Porque si el patriotismo es una virtud, no puede servir de coartada para la inacción. Y, como nos recuerda irónicamente la historia, las personas que se niegan a estar satisfechas con el status quo siempre terminan escribiendo su propio futuro, con o sin el consentimiento de sus líderes, por seniles y totalitarios que sean.

Related News :