Mabrouka Athimni observa con tristeza a los recolectores de su cooperativa en Túnez, a quienes les resulta cada vez más difícil llenar sus cestas con hierbas medicinales o aromáticas debido a la falta de lluvias, que se ha vuelto crónica en los últimos años debido al cambio climático.
“La situación ha cambiado completamente. Actualmente ganamos la mitad de nuestros ingresos anteriores, a veces un tercio”, lamenta esta mujer de 62 años que dirige la cooperativa “Al Baraka” (“bendición” en francés) en el pueblo de. Tbainia, cerca de Aïn Draham, en el desfavorecido extremo noroeste de Túnez.
En los vastos bosques que rodean el pueblo, las campesinas cosechan, según las estaciones, romero, lentisco, eucalipto o tomillo para destilarlos o extraer aceites esenciales para uso medicinal o aromático.
Según el Ministerio de Agricultura, Túnez produce cada año unas 10.000 toneladas de hierbas silvestres. El romero representa el 40% de los aceites producidos y exportados, especialmente a los mercados francés y americano.
La cooperativa, creada hace unos veinte años, sostiene a muchas familias de Tbainia, donde la actividad de las mujeres es la principal fuente de ingresos.
Pero el calentamiento global los está afectando duramente.
“Los manantiales de montaña se están secando y, sin nieve ni lluvia que los reponga, las hierbas producen menos aceite”, dijo Mabrouka Athimni a la AFP.
Túnez atraviesa su sexto año consecutivo de sequía. A principios de otoño, la tasa de llenado de las 36 presas del país, la mayoría de ellas situadas en el noroeste, cayó a sólo el 20%, una de las más bajas registradas.
En una llanura a la entrada de Tbainia, una decena de mujeres salen al amanecer a recolectar el mayor número posible de hierbas medicinales y aromáticas, esenciales para la supervivencia de un pueblo donde la tasa de pobreza se acerca al 26% frente a la media nacional. del 15%.
– “Sólo una bolsa” –
Las mujeres, que representan alrededor del 70% de la fuerza laboral agrícola de Túnez, se ven afectadas de manera desproporcionada por el cambio climático caracterizado por temperaturas que pueden superar los 50 grados en algunos veranos, incluso en zonas templadas.
Mongia Soudani, de 58 años, que se incorporó a la cooperativa hace cinco años, cree que su trabajo, único ingreso de su familia, “hoy está amenazado”.
“Normalmente recogemos tres o cuatro sacos grandes de hierbas. Ahora tendremos suerte si llenamos sólo uno”, se lamenta esta madre de tres hijos.
Los bosques tunecinos cubren 1,25 millones de hectáreas, de las cuales aproximadamente el 10% se encuentran en el noroeste. Los incendios, alimentados por la sequía y el aumento de las temperaturas, han devastado estos bosques en los últimos años, disminuyendo aún más los recursos naturales de los que dependen agricultores como Soudani.
El verano pasado, los incendios destruyeron 1.120 hectáreas cerca de Tbainia.
Para adaptarse a estos nuevos desafíos y preservar los recursos forestales, los recolectores han recibido capacitación de organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Sin embargo, a Mabrouka Athimni le resulta difícil garantizarles unos ingresos viables. “Ya no puedo cumplir con ciertos pedidos porque la cosecha es insuficiente”, dice, destacando que ha perdido clientes.
Según un estudio reciente del Foro Tunecino de Derechos Económicos y Sociales (FTDES), el cambio climático tiene un impacto especialmente fuerte en las zonas forestales y en estas mujeres cuyo trabajo se vuelve “más difícil”.
Túnez ha ratificado importantes acuerdos medioambientales internacionales, en particular el Acuerdo de París sobre el clima de 2015, pero “su aplicación sigue siendo incompleta”, explica a la AFP Ines Labiadh, responsable del estudio FTDES.
La falta de un enfoque sensible al género también agrava el problema, afirma esta investigadora de justicia ambiental, mientras que “las mujeres están en primera línea”.
Los agricultores buscan soluciones alternativas e intentan “diversificar sus actividades porque depender únicamente de los recursos naturales ya no es sostenible”, según el experto.
En los campos, algunos como Bochra Ben Salah continúan su búsqueda de la más mínima hierba para recoger. “No podemos hacer otra cosa que contar con la clemencia de Dios”, suspira mirando su cesta aún vacía.
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