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ANÁLISIS. Ante las amenazas, los alcaldes de Martinica reaccionan con fuerza

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La protesta por el coste de la vida ha tomado un cariz verbal violento en los últimos días. Un líder del colectivo que encabeza la movilización ordenó a los alcaldes cerrar sus ayuntamientos. Comentarios que provocaron varias reacciones de los funcionarios electos directamente apuntados en su función.

Los funcionarios elegidos libremente por los ciudadanos no están obligados a responder a las órdenes del portavoz de una asociación de consumidores. Máxime cuando estas medidas cautelares pretenden cerrar el servicio público básico que es el ayuntamiento en un municipio. Y más aún, cuando este ultimátum va acompañado de insultos.

Ésta es, en esencia, la posición expresada por el alcalde de Saint-Joseph, Yan Monplaisir. Pide a sus homólogos que se nieguen a tener miedo.

La Asociación de Alcaldes, presidida por Justin Pamphile, también publicó un comunicado de prensa denunciando estos intentos de intimidación.

Varios líderes políticos dieron su apoyo a los alcaldes amenazados, entre ellos los senadores Catherine Conconne y Frédéric Buval, así como el presidente del consejo ejecutivo, Serge Letchimy.

Los representantes electos del pueblo no tienen por qué ceder ante un ultimátum, incluso si quien lo pronuncia reivindica una legitimidad que deriva de determinadas redes sociales y de algunas reuniones populares. Sólo quienes han elegido a sus representantes tienen derecho a revocarlos durante las elecciones.

Este principio recordado en las declaraciones de los funcionarios electos tiene el mérito de poner en el centro del debate la noción excesivamente utilizada de democracia representativa. Lo más sencillo y saludable, cuando los ciudadanos quieren poner fin a un mandato electivo confiado a un equipo o a una persona, es organizarse para intentar ganar en las urnas.

A condición de desarrollar un proyecto suficientemente consensuado para atraer el apoyo del mayor número de personas posible. Esto parece tan obvio que parece innecesario repetirlo. Sin embargo, no todos tienen el mismo nivel de educación cívica, ni la misma concepción de democracia.

Además, el coste de la vida no desaparecerá si se cierran los servicios municipales. Este argumento presentado por los alcaldes tiene sentido. Sin embargo, es mejor proclamarlo, en un momento en el que estamos tentados a caer en la trampa de las informaciones falsas, las interpretaciones fantasiosas y las pruebas completamente inventadas que permite el uso abusivo de las redes sociales.

Se espera que quienes desafían a los alcaldes se estén preparando para enfrentar el sufragio universal directo en una campaña electoral, momento ideal para debates contradictorios y adherencia a ideas. Un método fundamentalmente diferente a la difusión de reacciones emocionales e impulsivas en Internet.

Después de todo, eso es probablemente lo que está por venir. Si el pueblo no está satisfecho con el trabajo de sus funcionarios electos, tiene derecho a despedirlos. Cada ciudadano tiene su libre albedrío lo que le permite saber qué es lo que mejor se adapta a la defensa de sus intereses. Las próximas elecciones municipales tendrán lugar en marzo de 2026, por lo que conviene tener paciencia.

Y recordar esta frase del escritor Paul Valéry: “La debilidad de la fuerza es creer sólo en la fuerza”. Dicho de otra manera por este dicho martinicano, tomado de la sabiduría de nuestros antepasados, que supieron hacerse oír y entender sin brutalidad: “Ayen di fòs pa bon”.

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