Durante la campaña presidencial, Donald Trump pidió el despliegue de fuerzas militares contra sus rivales políticos, el “enemigo interno”. Claramente tiene la intención de utilizarlos como brazo armado de su programa político. Durante su último mandato, personas sensatas de su entorno lo disuadieron de hacerlo.
Este ya no es el caso. Trump ha prometido tomar “represalias”. Si es elegido, dijo que no dudaría en ordenar al ejército que intervenga en los principales centros urbanos. La mayoría están dirigidas por demócratas.
De hecho, nada parece impedirle movilizar al ejército para reprimir manifestaciones a gran escala. Trump dice que un presidente es libre de hacer casi cualquier cosa con impunidad. Y la Corte Suprema que él controla le dio la razón.
La Ley federal de Insurrección otorga efectivamente al presidente una considerable discreción para decidir cuándo puede desplegar el ejército. Incluso podría invocarlo, temen los analistas, si las elecciones intermedias que se celebrarán dentro de dos años no resultan a su favor.
Durante su primer mandato, los asesores militares de Trump (“Mis generales”, como él los llamaba) tuvieron una influencia moderadora sobre sus impulsos de usar la fuerza. La mayoría acabó dimitiendo o siendo despedido.
Después de las elecciones de 2020, cuando Trump se negó a reconocer su derrota, despidió al secretario de Defensa, Mark Esper, quien no estaba de acuerdo con él, cuando quedaban poco más de dos meses en la Cámara Blanca.
El Pentágono, una prioridad para Trump
Uno de sus principales acólitos y secuaces, Steve Bannon, declara: “Van a ver una gran limpieza en el Pentágono”. Colocará allí personas dispuestas a seguir sus órdenes, cualesquiera que sean.
No todos los altos funcionarios están en contra de Trump. Un grupo de 124 generales y almirantes retirados firmaron una carta apoyando su desafío a las elecciones de 2020, diciendo que la “República Constitucional está perdida” sin “elecciones justas y honestas”. Y más de 150 acusados de delitos relacionados con el ataque al Capitolio tenían antecedentes militares.
“Como cualquier buen dictador, intentará utilizar el ejército para cumplir su voluntad”, dijo Leon Panetta, exsecretario de Defensa y director de la CIA durante la administración Obama.
Al son de trompetas y pasos cadenciados
Si Trump invoca la Ley de Insurrección, habrá oficiales que obedecerán al comandante en jefe. Pero algunos seguramente se negarán si la orden va en contra de los principios democráticos y constitucionales. ¿Qué pasará si una mayoría de los miembros del Estado Mayor Conjunto del Pentágono se niegan a obedecer? ¿Un golpe de estado?
Durante aproximadamente 250 años, la democracia estadounidense ha demostrado ser notablemente resistente. Luego vino Trump. Apoyado por una marejada, bien podría poner fin a la democracia y al sueño americano… al son de trompetas y pasos cadenciados.
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