Una ambición temprana
Desde su elección como senador en noviembre de 2010, en la ola ultraconservadora del Tea Party, Marco Rubio, ahora de 53 años, puede haber sufrido algunos reveses, pero se ha recuperado bien. A este hijo de un cantinero y una empleada doméstica (exiliados cubanos), que asistió a universidades de segunda o tercera categoría para finalmente licenciarse en derecho, rápidamente sintió que le crecían alas. Se postuló para presidente en 2016 y terminó entre los tres primeros republicanos, detrás de Donald Trump y el senador de Texas Ted Cruz.
Esta campaña dejó en el recuerdo las humillaciones infligidas por Trump a sus dos rivales y, en particular, a Rubio, de cuyo sudor profuso durante los debates se burlaba, y al que acabó apodando “el pequeño Marco”. Este último, sin embargo, no se quedó atrás, burlándose del empresario neoyorquino calificándolo de especialista en quiebras y señalando con deleite sus contradicciones: el asesino de la inmigración empleaba a miles de inmigrantes en sus propiedades, y el campeón del proteccionismo tenía la ropa. llevando su nombre hecho en China o México…
Excluido de las elecciones presidenciales, Marco Rubio se apresuró a buscar un nuevo mandato senatorial, aunque había prometido no hacerlo si era derrotado en las primarias. Lo obtuvo y sería reelegido nuevamente en 2022. El hombre sabe adaptarse a las circunstancias, aunque eso signifique negarse a sí mismo. Es evidente que sus profundas convicciones no resisten más el espíritu de los tiempos que una reflexión seria. ¿No fue sucesivamente mormón, bautista y católico?
De rival a amigo
La actitud de Marco Rubio hacia Donald Trump proporciona otro ejemplo. Digerida la amargura de 2016, el senador rápidamente suavizó las cosas con el nuevo maestro del juego, hasta unirse al círculo de sus leales servidores. Tanto es así que apareció entre los cuatro finalistas de los posibles candidatos a la vicepresidencia y, si finalmente Trump no lo eligió, fue muy probablemente porque su residencia compartida en Florida habría llevado a un impasse debido a una disposición constitucional: la obligación de que uno de los dos resida en otro lugar, o que esta candidatura presidencial renuncie al interés electoral en Florida.
Como Ministro de Asuntos Exteriores, Marco Rubio adoptará una línea dura contra países como China, Irán, Cuba y Venezuela. Los defensores de los derechos humanos se alegrarán si mantiene su intransigencia en el Senado. Su línea sobre Rusia y Ucrania no fue exactamente la de Donald Trump, pero el Secretario de Estado sabrá, una vez más, doblegarse y complacer, lo que, a priori, no tranquiliza a Kiev, a los europeos ni a la OTAN. Como tendrá que buscar en otra parte cuando su gobierno deporte a los millones de inmigrantes que un Rubio más joven alguna vez quiso regularizar.
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