En el año 79 d.C., tuvo lugar un terrible acontecimiento en la provincia de Nápoles (llamada Campania en la época romana): la erupción de uno de los volcanes más infames, el Vesubio. De hecho, el acontecimiento diezmó toda la ciudad de Pompeya, dejando huellas y, a veces, cuerpos carbonizados por las cenizas, ofreciendo así un sorprendente panorama de esta catástrofe que aún hoy se conserva. Los investigadores acaban de descubrir información interesante sobre esta ciudad gracias al ADN recogido de los restos de estos habitantes.
La población de Pompeya no era la que pensábamos
A través de su trabajo, publicado en la revista Biología actualun equipo de investigadores ha revelado una demografía completamente diferente de la ciudad portuaria romana de Pompeya.
Alissa Mittnik, arqueogenetista del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y la Universidad de Harvard, explica a Gizmodo que descubrieron “una gran diversidad genética con importantes influencias del Mediterráneo oriental”.
Añade que este último “no fue sólo un fenómeno en la metrópoli de Roma en la época imperial, sino que se extendió a la ciudad mucho más pequeña de Pompeya, enfatizando el carácter cosmopolita y multiétnico de la sociedad romana”.
Huesos que dicen mucho
Para recuperar el ADN de estos habitantes de Pompeya, los investigadores utilizaron 14 de los 86 moldes de yeso que se están restaurando actualmente, y más concretamente sus huesos.
“El equipo descubrió que algunos residentes eran de sexos diferentes de lo que se pensaba anteriormente y tenían diferentes relaciones genéticas entre sí”, informa Gizmodo.
Esto también permitió descubrir escenas de otra manera, en particular los restos de un adulto con un brazalete de oro y un niño sentado en su regazo. “Los restos, interpretados durante mucho tiempo como los de una madre y su hijo, en realidad pertenecen a un hombre no relacionado y a un niño”, se lee.
También nos enteramos de que lo que se creía que eran dos hermanas que murieron juntas, en última instancia incluían a un hombre y no estaban estrechamente relacionadas.
David Caramelli, investigador de la Universita di Firenze y coautor del estudio, subraya que “este estudio ilustra la falta de fiabilidad de relatos basados en pruebas limitadas, que a menudo reflejan la visión del mundo de los investigadores de la época”.
Una población diversa
En el aspecto demográfico, el equipo de investigadores descubrió una diversidad significativa.
“Cinco individuos de Pompeya no estaban genéticamente asociados con los italianos modernos y los etruscos del período imperial, sino con grupos del Mediterráneo oriental, Levante y el norte de África, particularmente poblaciones judías del norte de África”, aprendemos.
Todo esto no sorprende cuando sabemos que Pompeya fue una importante ciudad portuaria del Imperio Romano durante el siglo I.
“En mi opinión, estos resultados resaltan el potencial del análisis de ADN antiguo. Integrado con datos bioarqueológicos, puede permitir una comprensión más matizada de las víctimas de Pompeya”, comenta un genetista de la Universidad de Roma Tor Vergata.
También añade que los nuevos datos sobre la composición genética de la población pompeyana “se alinean con estudios genómicos anteriores, lo que sugiere una ascendencia fuertemente influenciada por migraciones recientes desde el Mediterráneo oriental”.
Distinguir realidad de ficción
En conclusión, esto debería permitir a los investigadores separar la verdad de la mentira sobre este acontecimiento pasado y la población víctima del Vesubio.
Además, se precisa “que la explotación de los moldes como vectores de historias llevó a los restauradores a manipular sus poses y su posicionamiento relativo en el pasado”.
Una influencia que el ADN no tiene y que aportará una narrativa más justa.
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