Con su apariencia inofensiva y su andar torpe, el erizo es sin duda una de las especies más entrañables entre los animales que han elegido vivir cerca de los humanos. Pero no es porque sea conmovedor que le tenemos más respeto. Su proximidad al hombre tiene incluso un doble filo. Esta convivencia representa no sólo su salvación, porque nuestros jardines son su despensa y su hábitat, sino también su peligro.
Según Amaury Boillat, inspector de fauna y flora de la Oficina de Medio Ambiente (ENV), los coches son una de las principales causas de mortalidad de nuestro amigo espinoso. Si sus 8.000 espinas son eficaces para disuadir a depredadores como zorros, tejones y búhos, no son rival para un coche que circula a toda velocidad.
“Casi amenazada” de extinción
El mamífero, cuyo representante en Europa occidental está ahora considerado “casi amenazado” de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, también está en peligro por los pesticidas utilizados en la agricultura o por los individuos en su jardín.
Además, las propiedades donde reina el orden limpio son en parte el origen de los males que afectan a esta especie. Como el erizo no encuentra allí ni hábitat ni comida, se ve obligado a desplazarse. Y cada vez que se mueve, corre el riesgo de dejar allí sus espinas. La clave para evitar que deambule es ofrecerle un lugar donde se satisfagan todas sus necesidades.
En el Jura, si no existe un programa de conservación, existe la guía “Living Gardens”, una auténtica biblia para la protección de estos animales crepusculares. Según Amaury Boillat, con algunas medidas sencillas cualquiera puede crear un entorno propicio para estos animales: “Siempre tenemos un rincón de nuestra parcela al que rara vez vamos. Podemos darle un aspecto natural dejando algunas hierbas silvestres, una montón de madera o un montón de vegetación, que el erizo agradecerá.” Allí encontrará refugio y algo de comer entre babosas, caracoles y otros insectos.
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