“¿Admite usted los hechos que se le imputan? » pregunta el presidente. “Estoy en desacuerdo con los hechos”, responde firmemente Azim Epsirkhanov. “Llevo cuatro años impugnandolos”, afirmaría más tarde Naïm Boudaoud. El segundo día del juicio por el asesinato de Samuel Paty, la Sala de lo Penal de París, compuesta especialmente para ello, examinó en particular la trayectoria de los dos acusados juzgados por complicidad. Dos jóvenes de 23 y 22 años acusados de haber ayudado al terrorista Abdoullakh Anzorov, de 18 años, a conseguir un arma blanca la víspera del crimen, pistolas Airsoft y de haberlo conducido en coche cerca del colegio donde el profesor enseñaba en Conflans. Sainte-Honorine (Yvelines) el 16 de octubre de 2020 (por el segundo). Ambos siempre han afirmado haber ignorado por completo sus intenciones mortales.
Lo sorprendente, tanto en los informes de los investigadores de personalidad como en las palabras de estos jóvenes acusados, es hasta qué punto parecen muy alejados de la reglamentación islamista radical del futuro asesino. Si el aspecto religioso no es abordado por el tribunal como tal, se desprende de los retratos familiares y escolares que estos informes pintan.
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