Entonces Donald Trump ha regresado. Lo dejamos volando el 20 de enero de 2021 hacia los cielos de Washington, ignorando la ceremonia de transferencia de poder, imprescindible en democracia para reafirmar la unidad de una nación. Joe Biden prestó juramento; Donald Trump estuvo ausente. El presidente saliente acababa de partir hacia Florida. Dos semanas antes, el 6 de enero, su mandato había vivido un patético ocaso con el asalto al Capitolio. Nos imaginamos al jubilado de Mar-a-Lago dedicando sus viejos tiempos a la práctica regular del golf.
Cuatro años después, Donald Trump vuelve a estar a las puertas del poder. Como si nada hubiera pasado, como si las muertes del 6 de enero nunca hubieran ocurrido. El martes 5 de noviembre, el republicano podría lograr la hazaña, sin precedentes en el siglo XXI, de regresar a la Casa Blanca cuatro años después de haber sido destituido por los estadounidenses.
El virus de la demonización en la política
Para entender este espectacular regreso, debemos mirar la historia reciente del partido que hizo suyo. La historia del Partido Republicano, el Grand Old Party (GOP), antes del trumpismo. Porque si el 45mi El presidente en la historia de Estados Unidos, durante su mandato y después de su derrota, exacerbó la polarización, no la inventó. Cuando llegó a la Oficina Oval, Estados Unidos ya había estado en este camino durante varias décadas, en un contexto de ascenso de la derecha evangélica. Se habían sembrado las semillas de la discordia.
En primer lugar, estuvo la división de Gingrich, que lleva el nombre del líder de los republicanos contra el presidente Bill Clinton (1993-2001). Newt Gingrich, quien alguna vez fue considerado vicepresidente de Donald Trump en 2016, fue el primero en convertir a los demócratas no en adversarios, sino en enemigos. “enemigos”. Del “corrompido”. Del “mentirosos”. Del “traidores”. Introdujo el virus de la demonización en la política a gran escala, ordenando a sus tropas que abandonaran el tono de civilidad y olvidaran la idea de compromiso.
No sin éxito. Porque los votantes, ya conquistados por el miedo al declive y a la degradación, lo siguieron, hasta que el Congreso pasó al bando republicano en 1995, por primera vez en cuarenta años. Necesitamos revisar los trucos y trucos de Newt Gingrich de antaño. Nos parecen muy familiares, a pesar de su decoración anticuada. Y con razón: Donald Trump ha adoptado sus métodos y los ha actualizado.
El acelerador de Fox News
Luego estuvo el éxito de un nuevo canal de noticias de 24 horas, Fox News, una formidable caja de resonancia para la derecha republicana. Fue Fox News la que permitió que el Tea Party, el movimiento populista opuesto a la política fiscal de Barack Obama y su reforma sanitaria, encontrara un tremendo eco en todo el país. En 2010, los republicanos asociados con el Tea Party aparecieron en gran número en el Congreso durante las catastróficas elecciones legislativas para la Casa Blanca.
En aquella época, Fox News también abría regularmente sus canales a un magnate inmobiliario que empezaba a alejarse del ámbito empresarial: un tal Donald Trump. Gracias al canal de Rupert Murdoch, el magnate de Queens pudo proclamar en voz alta que Barack Obama probablemente no nació en Estados Unidos. Y como resultado, probablemente no era lo suficientemente estadounidense para gobernar el país.
Al adoptar nuevos comportamientos a finales del siglo XX, el antiguo partido de Ronald Reagan abrió parcialmente la puerta del Partido Republicano al populismo. Fue suficiente para que Donald Trump llenara la brecha. En 2016, los votantes republicanos, dispuestos a acoger al experto en demonización, descubrieron que, sin saberlo, ya eran trumpistas. Los oponentes del multimillonario dentro del partido, empezando por Jeb Bush, hermano e hijo del presidente, fueron así barridos. Como aquellos que, ocho años después, intentarán, más o menos tímidamente, impedir su regreso.
(1) Autores del documental Derecha radical, la conquista de Washington
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