Ford es, ante todo, un destino que sólo Estados Unidos puede forjar. Un niño abandonado por su padre, criado por su madre y un padrastro que le puso nombre y apellido (nació Leslie Lynch King en 1913). Abogado y teniente educado en Yale en un portaaviones durante la Guerra del Pacífico. Diputado durante veinticinco años de la circunscripción de Grand Rapids, en Michigan, y vicepresidente llamado a sustituir a Spiro Agnew (dejado por un caso de fraude fiscal y corrupción) por Richard Nixon, con quien mantenía una vieja amistad. . Y por último el Despacho Oval, que nunca había codiciado.
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El final de una larga pesadilla
Gerald Ford llegó a la presidencia en las circunstancias más difíciles, y la situación que enfrentó guarda similitudes con la actual. El país quedó traumatizado por el Watergate y la dimisión sin precedentes del jefe del poder ejecutivo, que por tanto era en realidad el “delincuente” que afirmaba no ser. Estaba atravesando una importante crisis económica, provocada por la crisis del petróleo de 1973 y marcada por una inflación galopante. La guerra de Vietnam y la Guerra Fría continuaron surgiendo. Sin duda, Ford no exageraba cuando prometió, al día siguiente de asumir el cargo, que “una larga pesadilla nacional había terminado”.
En poco tiempo, el nuevo presidente cambió la situación. Revivió la economía, redujo los impuestos y frenó la inflación. Firmó un tratado de desarme nuclear y los Acuerdos de Helsinki con Leonid Brezhnev. Con Deng Xiaoping, continuó la reconciliación chino-estadounidense iniciada por Nixon. Por supuesto, estuvo la dramática caída de Saigón –el peor momento de su presidencia, admitió–, pero al menos la guerra de Vietnam había terminado. Probablemente no fue reelegido porque sorprendió a la opinión pública al perdonar a Nixon. No para él, explicó, sino para permitir que Estados Unidos se centre en sus problemas reales, sin distraerse con un juicio interminable.
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Verdad y transparencia
Sobre todo, Gerald Ford restauró la confianza de los estadounidenses en la política restableciendo los valores que habían sido violados: honestidad, transparencia, respeto. Le gustaba hablar de los principios de vida que le inculcaron sus padres: “di la verdad, trabaja duro y… llega a tiempo a las comidas”. Convicciones que comparte su esposa, Betty, que fue una Primera Dama excepcional. Inmersa en sus propias batallas, por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, o por la salud, ella que sobrevivió al cáncer de mama. Decidida a decir lo que ella también pensaba, aunque eso significara molestar a su propio partido. En una memorable entrevista televisiva de agosto de 1975, ella, esposa de un presidente republicano, declaró que “fue lo mejor del mundo” que la Corte Suprema despenalizó el aborto al adoptar la decisión “Roe v. Wade”. Esta misma sentencia que la Corte formateada por Donald Trump derogó en junio de 2022.
Inversión de roles singular
Al salir del museo, volvemos al mundo actual, donde otro republicano, cincuenta años después, aporta una respuesta radicalmente diferente a problemas similares, prefiriendo la mentira a la verdad, la división a la unidad. En las últimas semanas, Donald Trump ha desarrollado un discurso que deja boquiabierto. Quien ha multiplicado los comentarios sexistas tanto, con toda probabilidad, como las relaciones extramatrimoniales, se enorgullece de defender a la familia. Él, que insulta continuamente a sus oponentes, planea movilizar al ejército contra sus “enemigos internos” y se compromete a deportar masivamente a los inmigrantes, acusa a Kamala Harris de liderar una campaña basada en el odio. Él, que alentó el asalto al Capitolio en enero de 2021, se erige ahora en un baluarte de la democracia –y asegura que es su rival demócrata quien constituye una amenaza para ella–.
En una extraordinaria inversión de roles, Donald Trump atribuye ahora a Kamala Harris todos los defectos que se le imputan. Él afirma que ella es “estúpido” y tiene “coeficiente intelectual muy bajo”que sigue mintiendo. Él proclama que ella es “perezoso” y “no hacer nada“. Repite que ella es corrupta. Llega incluso a argumentar que es racista, después de haber dudado de que fuera negra.
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Los cubos de basura de la historia.
Mientras hacía campaña en Green Bay, Wisconsin, el miércoles, el expresidente se subió a un camión de basura para responder irónicamente a Joe Biden, quien el día anterior había llamado a sus seguidores.“basura”. “Podría muy bien decir quién es la verdadera basura, pero no lo haré”comentó. Elon Musk, su alma maldita, encontró el proceso “impresionante”. Sin embargo, no es seguro que la alegoría del contenedor de basura funcione como le gustaría a Donald Trump. Y hace tan lejano ese momento en el que el ex presidente de la Cámara de Representantes Tip O’Neill –un demócrata– podría decir: “Dios ha sido bueno con Estados Unidos, especialmente en tiempos difíciles. Durante la Guerra Civil, nos dio a Abraham Lincoln. Y durante el Watergate, nos dio a Gerald Ford”.
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