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¿Trump o Harris? Estados Unidos a una semana de unas elecciones trascendentales

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¿Quién llegará a la Casa Blanca, Donald Trump o Kamala Harris?

AFP

En todo el país, los jardines están sembrados de carteles de Harris o Trump. Frente a la Casa Blanca, ya se están instalando las plataformas para la ceremonia de toma de posesión… El escenario está preparado para unas elecciones presidenciales extremadamente inciertas, que pondrán fin a una campaña llena de convulsiones.

Todas las encuestas cuentan la misma historia: la vicepresidenta demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump están cabeza a cabeza en los siete estados que determinarán el resultado de las elecciones, celebradas por sufragio indirecto.

Quizás sea necesario esperar varios días después del 5 de noviembre para que se cuenten los votos y para que comience un período de transición potencialmente caótico e incluso violento.

Hasta ahora, nada ha movido significativamente el cursor en un Estados Unidos políticamente dividido en dos, donde unos pocos miles de votantes indecisos, en Pensilvania o Carolina del Norte, Michigan o Arizona, tienen las llaves de las elecciones.

Harris, la apuesta del centro

La rotunda llegada de Kamala Harris a la campaña en julio, tras la retirada del presidente Joe Biden, no le permitió ampliar la brecha.

Los dos intentos de asesinato contra Donald Trump han galvanizado aún más su base de votantes, pero sin permitirle realmente expandir esta base ya notablemente leal.

Para ganar estas elecciones de las que depende el mundo entero, los dos adversarios quieren devorar votos en los “estados indecisos”, con estrategias muy diferentes.

Para convencer a Estados Unidos de elegir por primera vez a una mujer presidenta, Kamala Harris, nacida de padre jamaicano y madre india, está liderando una campaña metódica y decididamente moderada, sin mucho énfasis en su identidad.

¿Sus objetivos? Republicanas moderadas, mujeres de clase media no necesariamente progresistas pero apegadas al derecho al aborto… Indecisas a las que promete ser todo lo que no es su multimillonario e impredecible rival: razonables, pragmáticas, en sintonía con la clase media. Y todavía joven: Kamala Harris tiene 60 años, Donald Trump tiene 78.

Con las arcas bien llenas, en una campaña cuyos gastos ascienden a miles de millones de dólares, cuenta con el carisma de Barack Obama o la notoriedad de Beyoncé, mientras que su rival cuenta con el apasionado apoyo de Elon Musk.

En la recta final, la demócrata endureció su retórica contra un rival al que califica de “fascista”, “desequilibrado” y sediento de “venganza”.

El exfiscal pronunciará una “acusación final” contra él el martes, en un discurso a dos pasos de la Casa Blanca y donde Donald Trump arengó a sus seguidores el 6 de enero de 2021, justo antes de que atacaran el Capitolio.

Ella apuesta a que Estados Unidos, donde las pasiones políticas han llegado a un punto de incandescencia, aspira a la serenidad, mientras que el republicano ha optado por soplar las llamas.

Trump, incendiario

Condenado a cargos penales a finales de mayo, rodeado de procesos judiciales, ¿se prepara el multimillonario para lograr uno de los mayores “regresos” de la historia política?

En su tercera campaña consecutiva a la Casa Blanca, el republicano hace todo menos dirigirse al centro y utiliza una retórica cada día más virulenta.

La tribuna, que llegó a la cabeza del país convenciendo a un mar de estadounidenses (en su mayoría blancos, bastante mayores) de que comprendía sus dificultades mejor que nadie, repite claramente el mismo resultado que en 2016.

Su principal ángulo de ataque contra los demócratas: la inmigración, “problema número uno” según él en Estados Unidos, “incluso por delante de la economía”.

Reunión tras reunión, el expresidente da rienda suelta al discurso xenófobo, acusando a los inmigrantes de “envenenar la sangre del país”, e incluso de “comer” animales domésticos.

Insulta a Kamala Harris, llamándola “marxista”, “comunista”, “fascista” o, más simplemente, “vicepresidenta de mierda”.

Miles de sus seguidores acuden en masa a estos eventos cuidadosamente coreografiados, hasta los pequeños pasos de baile que el showman ofrece al abandonar el escenario, al son de “YMCA”.

Estas reuniones también dan lugar a historias a veces muy confusas: todas ilustran, según sus rivales, el declive de Donald Trump, que se convertiría en el presidente estadounidense de mayor edad en prestar juramento en caso de ganar.

El expresidente, que nunca reconoció su derrota en 2020, ya ha sentado las bases para impugnar un posible nuevo fracaso, acusando a los demócratas de “hacer trampas como el infierno”.

Más allá de su obvia etiqueta partidista, el senador demócrata Raphael Warnock resumió de manera muy sencilla lo que está en juego en esta elección.

“Ya sabemos quién es Donald Trump. De eso no se trata esta elección. Se trata de quiénes somos”.

(afp)

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