Estados Unidos apoyó la creación de dos puestos permanentes en el Consejo de Seguridad para países africanos, con el fin de representar de manera más realista los equilibrios actuales en el mundo. Marruecos, peso pesado diplomático en la escena africana y precursor de la estrategia Win-Win que ha invertido los paradigmas preestablecidos con los países africanos, está bien situado para ganar uno de estos puestos.
Los Estados africanos llevan años reclamando dos puestos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU, que corresponderían a dos importantes naciones africanas, con el fin de reformar este organismo que no ha experimentado cambios desde la Segunda Guerra Mundial.
En un momento en que gran parte de los conflictos mundiales se concentran en el continente africano y la principal responsabilidad del Consejo de Seguridad es el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el lugar de los países africanos en el órgano ejecutivo de las Naciones Unidas es más necesario que nunca.
Los países africanos, que carecen de representación, deben encontrar países de su continente para defender sus causas. De hecho, son ellos los que mejor entienden los problemas del continente y sus reglas.
En este sentido, la cuestión de la elección de los países que heredarán dos puestos permanentes es crucial para la eficacia de la labor del Consejo de Seguridad. Los dos países deben ser ejemplares, modelos de paz y pacificadores, además de tener cierto peso en la toma de decisiones y una buena reputación en el seno de las naciones africanas.
Marruecos es visto en esta perspectiva como uno de los candidatos con más posibilidades de ganar este puesto debido a sus importantes activos, su capacidad de persuasión, su política proafricana, su política exterior equilibrada y sus relaciones con Occidente y todos los componentes del cuadro de los 5 miembros permanentes.
Marruecos puede ser, en efecto, no sólo el representante de los africanos, sino también de los árabes en el Consejo de Seguridad. Su credibilidad, su estabilidad política y la confianza que le han demostrado sus pares africanos sólo pueden jugar a su favor.
El Reino, además de su papel de pacificador, en particular con los cascos azules marroquíes desplegados en varios países en crisis, y su experiencia en materia de seguridad que comparte entre el norte y el sur, es un actor legítimo en la defensa de los valores de las Naciones Unidas. Es también una fuerza económica y política innegable que le otorga un lugar destacado en el concierto de las naciones africanas, permitiéndole iniciar esta transición y esta política voluntaria y segura de una África fuerte en sus opciones, en sus posiciones, que defiende intereses comunes.
Junto a Marruecos, hay otros países que podrían aspirar al segundo puesto o que podrían competir con él. Entre ellos, encontramos a Sudáfrica o Egipto, que también tienen su peso continental, pero la cuestión de la confianza de los Estados africanos y la visión del país que podrá llevar la voz de África alto y claro gracias a sus relaciones con países influyentes en el seno del Consejo de Seguridad seguirá siendo la gran incógnita de esta ecuación.
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