La generación Z iraní sigue dispuesta a perder la vida para vivirla en libertad – Libération
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La generación Z iraní sigue dispuesta a perder la vida para vivirla en libertad – Libération

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A pesar de la represión implacable, los jóvenes, especialmente las mujeres, siguen desafiando a los mulás y desafiando las prohibiciones, incluida la de llevar el velo, con el apoyo de exiliados comprometidos, como Golshifteh Farahani o Mohammad Rasoulof, con quienes se reunió Libération.

El 16 de septiembre se cumplirán dos años de que Mahsa Amini fuera asesinada a golpes por la policía moral iraní. Su crimen, recordemos, fue haber dejado escapar algunos mechones castaños de un velo impuesto por el régimen de los mulás y que no se ajustaba bien a sus ojos. Tenía 22 años.

El primer año que siguió fue el del movimiento “Mujeres, Vida, Libertad”. Una insurrección y una esperanza monstruosa se apoderaron del país. Desde aquí, asistimos con admiración a esta revuelta protagonizada principalmente por mujeres y jóvenes en las calles, desde las cárceles de la dictadura islámica o en el exilio. También fuimos testigos impotentes de la represión de un Estado que desplegaba su arsenal de terror para sofocar a la oposición y enviar a los sedientos de libertad de vuelta a sus casas. El segundo año, a veces triunfó la dimisión. La elección de un nuevo presidente percibido como más moderado desgraciadamente no cambió nada. El saldo humano aumentó. En marzo, un informe de la ONU sobre las muertes causadas por la represión de estas manifestaciones pacíficas afirmaba que “no menos de 551 manifestantes fueron asesinados por las fuerzas de seguridad, incluidos al menos 49 mujeres y 68 niños”. Se pronunciaron las terribles palabras de crímenes contra la humanidad cuando los mismos expertos de la ONU alertaron del aumento del número de ejecuciones, elevando la cifra de 400 muertos desde enero.

A pesar de todo, la nación persa no ha perdido nada de su coraje. Su búsqueda de libertad sigue ahí, indomable. Sobre todo, la juventud nunca se ha rendido. Conectada, con la mirada fija en el mundo, esta generación Z, nacida entre finales de los años 90 y 2010, sigue bajando el velo, cantando en las redes y desafiando las prohibiciones que sus mayores no han conseguido derribar. Los exiliados, por su parte, siguen con su misión: ser sus voces, sus soldados. Ya se llamen Golshifteh Farahani o Mohammad Rasoulof, a través de su arte y sus palabras, luchan por esta nueva generación que no le teme a nada. Ni siquiera a perder la vida para poder vivirla en libertad.

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