Desde la ruta de senderismo que seguimos a primera hora de la mañana se puede observar la silueta general de la ciudad. Uno a uno, Renae Johnson señala los diferentes sectores de Las Catalinas, desde los edificios pioneros levantados en 2009 hasta los proyectos actuales, que deberían estar terminados en 2026 y construirse en torno a un futuro. prado (arteria principal), con comercios, instalaciones deportivas y casas con impresionantes vistas.
Publicado a las 11:30 a.m.
Actualmente, hay cerca de 200 residencias, enclavadas entre una tranquila playa en forma de media luna y colinas cubiertas de bosque tropical. Lo primero que llama la atención: el cuidado puesto en la armonía del conjunto. “Hemos establecido un marco arquitectónico para todo el pueblo. Hay varias influencias mediterráneas, por ejemplo griegas o marroquíes, explica M.a mí Johnson, uno de los directivos de Las Catalinas. La arquitectura debe ser necesariamente de tipo tradicional, utilizando técnicas modernas y materiales locales, sustentables y renovables, adaptados al clima de Costa Rica. »
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Una vez de vuelta en el corazón del pueblo, exploramos los laberintos de piedras, en una atmósfera suave, entretejiendo fachadas de colores pastel, tramos de escaleras y callejones, todos interconectados por encantadoras plazas públicas. En la periferia se han establecido comercios y servicios: bares, restaurantes, panadería, spa, gimnasio al aire libre, club privado, centro de relajación, etc.
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¿Quién vive en este pequeño paraíso? Muchas viviendas han sido adquiridas por extranjeros, que viven allí al menos parte del año, pero también por ticoses decir familias costarricenses. “Muchos proyectos inmobiliarios se inician en el país, pero nunca ven la luz. Los costarricenses pudieron ver que nuestros proyectos eran exitosos, lo que seguramente los atrajo aquí”, considera M.a mí Johnson. Estos, por supuesto, se codean con los visitantes de paso, que pueden alojarse en el hotel Santarena, en Casa Camaleón o en una de las residencias de alquiler de Las Catalinas Collection, que van desde estudios para dos personas hasta villas y apartamentos diseñados para seis anfitriones. Los precios ciertamente corresponden a alojamiento de alta gama (las noches comienzan en $320 sin impuestos), pero la comodidad y el carácter ciertamente están ahí.
Montando sobre la preservación
Además de su arquitectura única, el pueblo destaca también por su enfoque ecoturístico y, en particular, por el hecho de que los vehículos motorizados, agrupados en un aparcamiento en las afueras de la ciudad, están excluidos de la gran mayoría de las plazas. Todo se hace a pie o en carro eléctrico. En los raros callejones a los que tienen acceso los coches, la cosa se calma. “Para estos pasajes establecimos rutas sinuosas, con la idea de que la conducción fuera bastante incómoda”, explica Renae Johnson.
Otra opción destacable es que, en lugar de construir viviendas en el límite autorizado del paseo marítimo, cortando en gran medida el acceso físico y visual (como ocurre con demasiada frecuencia en las ciudades turísticas de América Latina), se diseñó una amplia avenida pública para que todos los caminantes puedan disfrutar. El espectáculo marítimo. Las casas vecinas fueron retiradas unos metros y ligeramente elevadas, para preservar la vista y la privacidad.
E incluso si las obras de construcción están actualmente en pleno apogeo para continuar con la construcción residencial y comercial, las señales se establecieron de inmediato: de los 1200 acres de la finca, 1000 quedarán en estado salvaje, simplemente salpicados de senderos para caminatas (actualmente tenemos bucles por un total de 40 kilómetros). Además, se ha puesto en marcha un programa para restaurar y proteger la flora amenazada por los incendios.
La esencia de la tierra.
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También notamos abundantes plantaciones por todo el pueblo, y éstas no surgen de la nada. A pocos kilómetros se fundó recientemente La Estancia, una finca con diferentes vocaciones, entre ellas la de velar por la reproducción de plantas ornamentales que luego se integrarán a Las Catalinas, en los callejones o en los balcones. “Producimos una gran cantidad de abono orgánico que utilizamos para nuestras plantas y jardines, para regenerar el suelo, y que ofrecemos a las escuelas y a los agricultores locales, para crear vínculos con la comunidad local”, afirma Lucas Currie, responsable del desarrollo. de La Estancia. También hay animales de granja, como gallinas ponedoras, cabras y nueve caballos que se pueden montar en un magnífico circuito entre las montañas y la playa desierta.
Si aterrizar en la arena sigue siendo imprescindible, la oferta de actividades propuestas es amplia (ver pestaña siguiente). “Queremos que los visitantes y residentes puedan mantenerse activos”, explica Renae Johnson, ella misma muy dinámica.
Consulta la web de Las Catalinas (en inglés)
Parte de los costos de este viaje fueron pagados por Las Catalinas y Air Transat, que no tenían derecho a revisar el contenido de este informe.
Cómo llegar a las Catalinas
El pueblo está situado a unos cuarenta kilómetros del aeropuerto de Liberia. Dado el estado de las carreteras secundarias (¡baches gigantes!), conviene calcular entre una hora y una hora y media en coche. Muchas empresas de alquiler de coches tienen mostrador en el aeropuerto. De lo contrario, el conserje del pueblo puede organizar transporte privado. Tenga en cuenta que Air Transat ha anualizado sus vuelos directos Montreal-Liberia desde este año. Otras compañías, como Air Canada, Sunwing o WestJet, también ofrecen vuelos, con o sin escalas.