En el medidor de aplausos, ganó Antonio Costa. El ex Primer Ministro portugués, que sucede a Charles Michel como Presidente del Consejo Europeo, fue incluso aclamado con motivo del traspaso de poder entre ambos el viernes 29 de noviembre en Bruselas.
Después de haber frecuentado la institución y las embajadas de los Estados miembros de la Unión Europea (UE) durante cinco años, sabíamos bien que los servicios de Charles Michel no habían convencido a quienes trabajaban con él a diario. Aparte de su estrecha guardia, claramente no logró hacerse apreciar por los equipos del Consejo, que lo consideraban altivo e irascible.
Tampoco dejará un recuerdo duradero en los Veintisiete, que a menudo han criticado su forma caótica de dirigir las reuniones de jefes de Estado y de Gobierno. Por no hablar de su marcado gusto por los viajes en avión privado, cuya utilidad no siempre ha sido demostrada. Ni sus execrables relaciones con la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, que acabaron parasitando el buen funcionamiento de los trabajos.
Servicio mínimo
Pero hay que reconocer que a Charles Michel no se le ha ahorrado nada en los últimos días. Cuando asuma el cargo el domingo 1es En diciembre, Antonio Costa multiplicó de hecho sus entrevistas con la prensa, presentándose, implícitamente, como el contramodelo de su predecesor. Con él como presidente del Consejo, aseguró, las cumbres serán menos interminables y darán más espacio a los debates estratégicos, mientras que las relaciones con la Comisión se pacificarán. Los veintisiete “Todos pensamos que hay espacio para trabajar mejor”declaró en una entrevista con mundo.
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El viernes, en la sala del Consejo Europeo, Charles Michel hizo el servicio mínimo. Después de su discurso y el de su sucesor, como era de esperar, le entregó la campana que abre las cumbres y simboliza la autoridad del cargo. Luego desapareció, sin considerar necesario estrechar la mano de los diplomáticos que habían realizado el viaje. Menos aún saludar a Ursula von der Leyen, a quien Antonio Costa había invitado para mostrar a sus interlocutores que comienza una nueva era. El portugués, por su parte, se tomó el tiempo de pasear entre la pequeña multitud que se había congregado para la ocasión.
La oficina de Charles Michel, que sabe lo sensible que es su jefe a los elogios, se había encargado de prepararle un vídeo que supuestamente relataría sus grandes momentos al frente del consejo. Había solicitado a las capitales para que cada uno de los veintisiete líderes europeos grabara un mensaje de despedida que pudiera aparecer allí. La película se proyectó el 8 de noviembre para cerrar la última cumbre a la que asistió Charles Michel, en Budapest.
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