En Rumanía se crea un hospital infantil gracias a donaciones

En Rumanía se crea un hospital infantil gracias a donaciones
En Rumanía se crea un hospital infantil gracias a donaciones
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Eric, un niño de 15 meses que sufre un tumor cerebral, camina por pasillos de colores vivos: acaba de abrir en Rumanía un nuevo hospital infantil, financiado exclusivamente con donaciones privadas en un país con un sector médico en ruinas.

Cuando los primeros pequeños pacientes llegaron en abril a estos impecables lugares, cuya propiedad ahora ha sido cedida al Estado, Oana Gheorghiu tuvo que pellizcarse para creerlo.

Originaria del proyecto nacido en 2015 en Bucarest, esta cofundadora de la asociación Daruieste Viata (Dar vida) nunca habría sospechado la ola de empatía que generaría su llamada.

“Tenemos muy poca confianza el uno en el otro”, confió a la AFP. “Pero, en última instancia, los rumanos sólo necesitan causas que les interesen”.

Casi 8.000 empresas y 350.000 particulares -entre ellos el icónico grupo estadounidense de heavy metal Metallica- contribuyeron con su diezmo por un total de 53 millones de euros.

Veinte millones proceden de microdonaciones de dos y cuatro euros vía SMS. Es la prueba de que “todo es posible”, sonríe su compañera Carmen Uscatu.

“Bofetada a los políticos”

Ante los fracasos del Estado, estos dos licenciados en economía decidieron tomar cartas en el asunto, conmovidos por la difícil situación de los niños enfermos: la tasa de supervivencia al cáncer se encuentra entre las más bajas de la Unión Europea (el 70% frente a una media del 81%). %).

La ONG, que ha visto pasar a doce ministros de Sanidad sin que nada haya cambiado, señala “una mezcla de incompetencia, falta de visión y corrupción”.

Para el actor y músico Tudor Chirila, uno de los donantes, esta iniciativa sin precedentes es “una bofetada a los políticos que no han hecho nada”.

Desde la caída del comunismo en 1989, Rumania ha permitido que sus hospitales se deterioren gradualmente. La mayoría de los edificios fueron construidos antes de 1970 y “ya no cumplen las normas”, según un informe reciente del Tribunal de Cuentas.

A pesar de un vigoroso crecimiento, el país tiene la tasa de gasto sanitario per cápita más baja de la UE (713 euros), según las últimas cifras de Eurostat. Y no logra retener a sus médicos, más de 15.000 de los cuales han emigrado desde su entrada a la Unión en 2007.

Construido en los terrenos de un hospital público, el moderno establecimiento gris y amarillo de nueve pisos destaca en el paisaje. En un ambiente cálido, ofrece 140 camas y servicios de oncología, cirugía y cuidados intensivos.

Salas de juegos, cine, observatorio astronómico en la azotea: todo está hecho para suavizar el día a día de los jóvenes pacientes.

“Como en casa”

El pequeño Eric, que sufre de neuroblastoma, uno de los cánceres pediátricos más comunes, y está en tratamiento de quimioterapia, corre por el edificio con pantalones de Mickey Mouse.

En el suelo, una pegatina amarilla le anima a “bailar”, él, que se mueve inquieto y escapa de los brazos de su madre.

Después de dos meses en el ala destartalada adyacente, Ildiz Ivan, de 41 años, acoge con satisfacción el “cambio radical” de decoración. “Si ignoro la presencia de médicos y enfermeras, me siento como en casa”, afirma.

La profesión médica también está encantada. “Nuestra relación con los pacientes es diferente”, más tranquila, subraya la hematóloga Madalina Schmidt, que vivía a 400 kilómetros de distancia y se mudó a Bucarest para poder trabajar en estas condiciones.

La asociación, aunque vigila la gestión del hospital, espera ahora recaudar fondos para continuar su misión y crear un verdadero campus médico.

“No podemos quedarnos ahí”, afirma Carmen Uscatu, que sueña con cambiar profundamente el sistema. Para que los padres de niños enfermos ya no viajen al extranjero para recibir tratamiento, “como siempre hacen nuestros políticos”.

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