Publicado el 10 de octubre de 2024 a las 14:11 / Modificado el 10 de octubre de 2024 a las 14:39
Los viajeros frecuentes son así. Representan con gran detalle un paisaje del fin del mundo, como la laguna de Bora Bora o la estepa de Mongolia, pero a menudo ignoran los sitios notables cercanos a ellos. Tomemos como ejemplo a Pierre Dupont-Taravel, que vive en Bellegarde en Ain, cerca de Suiza, y ha viajado a más de 100 países. Lo encontramos en la Plaza de las Naciones de Ginebra y pregunta ingenuamente qué es ese gran sillón frente a la ONU al que le falta media pata.
Asombroso. Al mismo tiempo, nos cuenta detalladamente sobre una llegada en 1991 a la Franja de Gaza a través del puesto de control de Erez. Primera Intifada. Diez mil soldados israelíes siguen desplegados allí y 8.000 colonos ocupan un terreno pegado a la costa del sur. Toque de queda a partir de las 20 horas, cubos de hormigón dispuestos en chicanes y rastrillos, torres de vigilancia erizadas y, más lejos, el campo de refugiados de Jabaliya, “matriz de la Intifada”, donde nació la “guerra de las piedras” de la juventud palestina. Entonces aparecen los primeros suburbios de la ciudad de Gaza. En un arco podemos leer “Bienvenidos a Gaza”, humor negro de las FDI. “Sentir que has pasado de una época a otra. De un lado, las hermosas casas israelíes, los arreglos florales, del otro, las carreteras destrozadas, la basura, las hileras de terrenos baldíos, los edificios derrumbados”, describe Pierre Dupont-Taravel. Acaba de publicar Le Roman de Gaza, ficción que, como dicen, “huele a experiencia”.
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