EL BLOC DE NOTAS – En vísperas del nuevo año escolar, el Papa Francisco pronunció un hermoso elogio a la literatura, destacando su fuerza espiritual. Su predecesor, Benedicto XVI, por el contrario, había subrayado el vínculo histórico entre la búsqueda de Dios, la literatura y la cultura europea.
Francisco ha hecho un trabajo de vacaciones admirable: pocas semanas antes del comienzo del año escolar, el Papa se dedicó a escribir un elogio particularmente bien fundado de las virtudes de la literatura. Los docentes no deberían sentirse ofendidos: el Sumo Pontífice, que fue profesor de literatura, no les está pisando los talones, ya que sus intervenciones tratan, formalmente, de la formación de los seminaristas. Después de todo, ¿no sería un error que la literatura, tan maltratada, cuando no simplemente olvidada, prescindiera de su publicidad?
Francisco opone en primer lugar, de manera clásica –pero ¿debemos ignorar esta nueva advertencia?– la desecación de las mentes por las pantallas a la vida que corre y brota de las páginas de los libros. También resuelve a su manera un viejo debate interno de la Iglesia: toda literatura, sea o no de obediencia católica, es buena para comprender, asegura el Papa, que no duda en retomar la imagen, tan querida por Proust…
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