Zakir Hussain, el legendario virtuoso de la tabla y embajador mundial de la música clásica india que ha fallecido a los 73 añosdeja atrás un legado rítmico atemporal que inspirará a generaciones.
Un niño prodigio, colaboró con íconos clásicos indios como Ravi Shankar, Ali Akbar Khan y Shivkumar Sharma y músicos globales como John McLaughlin y George Harrison.
Nacido el 9 de marzo de 1951 en Mahim, Mumbai, era el hijo mayor de Ustad Allarakha, uno de los intérpretes de tabla más emblemáticos de la historia, un par de tambores tradicionales indios tocados a mano.
El viaje de Hussain, de niño prodigio a percusionista de fama internacional, fue una clase magistral sobre cómo equilibrar tradición e innovación.
La vida de Hussain giró en torno al ritmo desde el principio.
El sonido de la tabla fue su primer idioma, sus primeras “palabras”. A la edad de 12 años, ya actuaba a nivel mundial, acompañando a incondicionales como Pandit Ravi Shankar y Ustad Ali Akbar Khan durante su adolescencia.
Si bien estaba arraigado en la tradición clásica indostánica, Hussain poseía una curiosidad insaciable que lo impulsó a explorar otros géneros, lo que lo llevó a colaboraciones innovadoras en todo el mundo.
En 1973, cofundó Shakti con el guitarrista John McLaughlin, un grupo que fusionaba la música clásica india con el jazz y las tradiciones occidentales, creando un nuevo sonido global.
A lo largo de cinco décadas, Shakti evolucionó y contó con luminarias como el violinista L Shankar, el percusionista Vikku Vinayakram y el maestro de la mandolina U Srinivas.
Su primer álbum de estudio en 46 años, This Moment, ganó el Grammy al Mejor Álbum de Música Global en 2024, lo que marcó un final apropiado para su gira del 50 aniversario. El virtuosismo de Hussain en la tabla fue fundamental para el éxito de Shakti y para la apreciación mundial de los ritmos indios.
Las contribuciones de Zakir Hussain se extendieron mucho más allá de Shakti.
Fue un colaborador clave en Planet Drum y Global Drum Project, ambos con el baterista de Grateful Dead, Mickey Hart, lo que le valió premios Grammy en 1991 y 2008.
Trabajó con el maestro del banjo Béla Fleck y el bajista Edgar Meyer en As We Speak (2024), ganadora del Grammy, consolidando aún más su estatus como pionero de las colaboraciones entre géneros. También colaboró con músicos tan diversos como Yo-Yo Ma, George Harrison, Van Morrison y Billy Cobham, llevando la música clásica india a audiencias globales.
Sus proyectos como Tabla Beat Science, una fusión de música clásica india con música electrónica y mundial, y obras orquestales como Peshkar para la Orquesta Sinfónica de la India mostró su incansable impulso por innovar respetando sus raíces.
“En el momento en que crees que eres un maestro, te estás distanciando de los demás”, dijo Hussain. Piedra rodante India revista a principios de este año. “Hay que ser parte de un grupo y no dominarlo”.
Esta filosofía lo convirtió no sólo en un artista consumado sino también en un mentor y aprendiz permanente.
La extravagancia, la velocidad y la precisión de sus actuaciones de Hussain le valieron una admiración generalizada.
El New York Times, en su reseña de una actuación de jazz de 2009 en el Carnegie Hall, describió su arte como encarnación “una traviesa cepa de virtuosismo”.
“Es un técnico temible pero también un inventor caprichoso, dedicado al juego exuberante. Por lo tanto, rara vez parece autoritario, incluso cuando el desenfoque de sus dedos rivaliza con el batir de las alas de un colibrí”.
Sus elogios son tan numerosos como los ritmos que creó.
Hussain, que recibió el Padma Bhushan y el Padma Shri, también fue becario del Patrimonio Nacional del Fondo Nacional de las Artes en los Estados Unidos. Deleitó al público en lugares prestigiosos como el Carnegie Hall y colaboró con leyendas del jazz, orquestas clásicas occidentales y maestros de la música carnática.
A pesar de su reconocimiento mundial, Hussain permaneció profundamente conectado con sus raíces indias. Sus primeros años en un modesto chawl (grandes complejos de viviendas) en Mahim moldearon sus valores.
“Durante los primeros tres años y medio de mi vida, todos vivimos en una habitación que no tenía baño. Teníamos que usar los baños comunes”, le dijo Hussain a Nasreen Munni Kabir.
Fuera del escenario, Hussain era un ávido lector y fanático de la serie Foundation de Isaac Asimov. Amaba la poesía, el cricket y el tenis, y contaba con Roger Federer entre sus héroes. Su curiosidad se extendió a las biografías de grandes de la música como Ravi Shankar y Miles Davis, lo que refleja su hambre de historias que trascendieran fronteras. Hussain también diría más tarde que su anuncio de televisión para una popular marca de té, Taj Mahal, “me hizo famoso en la India”.
La muerte de Hussain marca el fin de una era, pero deja una huella indeleble en la música mundial. Kabir, que hizo una crónica de su vida, capturó acertadamente su esencia: “La extraordinaria forma de tocar de Zakir y el extremo sentido del rigor que aportó a su arte lo convirtieron en un fenómeno”.
Para Hussain, la música no era sólo una carrera, sino un viaje espiritual: una forma de conectarse con personas, tradiciones y culturas de todo el mundo.
En sus últimos años, Hussain permaneció tan activo como siempre, actuando, asesorando y componiendo.
“Ser estudiante y tener un impulso por aprender me mantiene activo. La oportunidad de inspirarme con todos los músicos jóvenes me ayuda a renovarme. La edad no afecta mi energía ni mi impulso”, dijo el año pasado.
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