ILa isla de la Belleza y la isla de la desgracia: a decenas de miles de kilómetros de distancia, Córcega y Mayotte vivieron un domingo en las antípodas. La tan esperada visita papal por un lado, un ciclón devastador por el otro; fervor popular aquí, angustia que afecta primero a los más pobres allá; la belleza de un tranquilo cielo invernal sobre el Mediterráneo frente a la furia de los elementos sobre el Océano Índico.
Sin embargo, un vínculo invisible unió a estas poblaciones insulares a través del Papa. Sugiriendo a los miles de fieles reunidos en misa en el teatro verde de Ajaccio “apoyar en espíritu” a las víctimas de la catástrofe mahoraí, Francisco se acercó a las “periferias del mundo” que ama, animando a estas personas desde la distancia. . a los heridos a no perder la confianza y, a la espera de ayuda material, a sacar fuerza espiritual de las intenciones canalizadas por la oración colectiva del Casone.
El ciclón Chido que azotó Mayotte no eclipsó la importancia de esta tercera visita del Papa a tierras francesas. Pero puso en perspectiva sus interpretaciones políticas, como estos comentarios sobre la decisión de Francisco de visitar Notre-Dame en Ajaccio en lugar de París; o sobre la decisión de Emmanuel Macron de ofrecer una especie de servicio mínimo este domingo en Córcega.
El Papa animó a los fieles de Ajaccio a “apoyar en espíritu” a las víctimas mahorais
Por supuesto, podemos escuchar los mensajes “políticos” enviados por el Papa. No ha pasado desapercibido quien se dirige a Francia para animarla a inspirarse en la forma menos rígida en que se practica el laicismo en la Isla de la Belleza. Pero los nacionalistas corsos también habrán notado la forma en que Francisco, que vino a clausurar una conferencia sobre la religiosidad popular, se distanció de quienes la explotan “para fortalecer las identidades de manera polémica, alimentando los particularismos”.
Pero cuando a los hombres les sucede una desgracia como aquella noche de diciembre en Mayotte, volvemos a lo básico. Y podemos pensar que la oración gozosa de los corsos que acogen a un Papa por primera vez en su historia es para el pueblo de Mahor un anticipo de la solidaridad, nacional y humana, que esperan lo más pronto posible para curar sus heridas.
Al rezar por ellos en Córcega, el Papa estuvo en su papel de pastor, como lo hizo en su mensaje a los franceses leído el 8 de diciembre en la catedral de París, y como lo estará dentro de unos días en Roma para Navidad. Pastor, es decir guía e intercesor de las personas, ya estén en alegría o en tristeza.
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