Las entradas de Kane Williamson se detuvieron inesperadamente cuando anotó 44 carreras con 87 bolas, lo que contribuyó a una serie de rápidas expulsiones para Nueva Zelanda.
En lo que ha sido una tensa tercera prueba contra Inglaterra, Kane Williamson buscó encontrar su ritmo, mostrando su destreza de bateo con compostura y elegancia. Desafortunadamente para la estrella neozelandesa, su salida del área fue nada menos que extraña.
La tercera y última prueba de esta serie comenzó el sábado 14 de diciembre en Seddon Park en Hamilton, sirviendo como punto muerto después de que Inglaterra, liderada por el formidable Ben Stokes, ya asegurara la serie con dos victorias contundentes en los partidos anteriores.
Al ganar el sorteo, Nueva Zelanda optó por batear primero y disfrutó de un comienzo prometedor, gracias a una sólida asociación inicial de 105 carreras entre el capitán Tom Latham (63) y Will Young (42). Siguiendo esta sólida base, Kane Williamson salió al campo, listo para iluminar el juego.
A lo largo de sus entradas, Williamson pareció disfrutar de las condiciones de bateo y creó golpes exquisitos que demostraron su clase. Tanto los fanáticos como sus compañeros de equipo se mostraron optimistas de que podría convertir este buen comienzo en un puntaje sustancial y poner a su equipo en una posición dominante.
Sin embargo, fue un momento de desgracia el que provocó la caída de Williamson. Mientras se enfrentaba al jugador de bolos inglés Matthew Potts, quien lanzó una bola larga en buen ángulo, Williamson defendió la pelota hacia atrás. Sin embargo, en un giro inusual, la pelota rebotó inesperadamente hacia los muñones.
En un momento de desesperación, Williamson intentó patear el balón, pero fue más rápido de lo previsto y se estrelló contra los muñones antes de que pudiera intervenir. Su reacción fue inconfundible; la frustración pintada en su rostro lo decía todo mientras caminaba de regreso al pabellón.
Al final, las entradas de Williamson culminaron con 44 carreras, adornadas con nueve límites, pero su salida desencadenó una espiral descendente para Nueva Zelanda, mientras luchaban por mantener el equilibrio y perdían ventanillas a un ritmo preocupante.
En cuanto a Inglaterra, Matthew Potts emergió como el jugador de bolos más destacado, consiguiendo tres cueros cabelludos hasta el momento y ansioso por aumentar su cuenta de terrenos a medida que se desarrollaba el partido.
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