Los representantes electos de la mayoría presidencial siguen creyendo que es posible un cambio de rumbo, a pocas horas del examen de las dos mociones de censura contra el gobierno en la Asamblea Nacional.
Publicado el 12/04/2024 07:56
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Las horas de Michel Barnier se pueden contar con los dedos de una mano. A menos que haya una gran sorpresa, el Primer Ministro y su gobierno serán derrocados el miércoles 4 de diciembre mediante la votación de una moción de censura en la Asamblea Nacional. Por primera vez desde 1962: un escenario sin precedentes, que empujará aún más a Francia a una crisis política.
La Agrupación Nacional repite que sus representantes electos votarán con la izquierda, lo que decide el destino del Primer Ministro. A pesar de todo, los diputados macronistas todavía esperan un cambio de rumbo.
Con expresión seria, los electos macronistas desfilan por las 4 columnas de la Asamblea para intentar evitar lo inevitable. Nada ha terminado, intenta convencerse Mathieu Lefèvre: “Hoy en día no hay nada inevitable y ciertamente no debemos trivializar lo que está sucediendo o lo que es probable que suceda”.
Su colega Constance Le Grip también se niega a darse por vencida: “Soy combativo pero, al mismo tiempo, no os lo oculto, absolutamente angustiado, perdón, por el espíritu deletéreo en el que parecen hundirse muchos de mis compañeros diputados”. Llamado a la responsabilidad socialista: “Aún se puede evitar la censura”lanza el macronista Pierre Cazeneuve, antes de precisar: “El Partido Socialista ha dado a Francia dos presidentes, innumerables primeros ministros. Tienen esta cultura de gobierno. Es hora de salir de su absurda alianza con la Francia rebelde”.
Una última resistencia, porque si el gobierno cae y con él los textos presupuestarios, la situación será extremadamente grave, advierte Pierre Cazeneuve: “No tener un presupuesto condena a los franceses a un gran peligro”. Pero la oposición se mantiene inmune a estos llamamientos del bloque central, creyendo que el único responsable de la crisis es Michel Barnier, que no supo cómo tenderles la mano.
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