Mientras tanto, aquí estamos en diciembre. Recuerda que diciembre es el último mes del año. Viene a todos nosotros temblando, ansioso por causar su pequeño impacto, como cada uno de los meses anteriores a él. Diciembre tiene fuertes argumentos que esgrimir: es el mes anterior a Navidad, luego Navidad, luego después de Navidad y luego el fin de año, ¡qué emociones, Dios mío, qué emociones! Lo cierto es que tiene en su contra, precisamente, ser el último. Antes de él, vimos todos los colores, experimentamos altos (los Juegos Olímpicos) y muchos bajos (todo lo demás). Queremos que acabe este año que nos ha puesto los nervios de punta. Queremos pasar a otra cosa. Y para darle una oportunidad al año que viene, ahora mismo.
Vamos, esfuérzate, diciembre, no ves que estorbas, no ves que estorbas, enero está tocando la bocina detrás de ti para conseguir su lugar. De todos modos, se acabó el 2024, se acabó el juego, vamos, lárgate, queremos ver cómo será el 2025. Este es nuestro lado masoquista, tenemos la impaciencia de los que saben que se van a llevar uno. Lo que queremos es deshacernos del 2024 y listo. Pero Diciembre, en voz baja y tímida, se defiende: ¡Oye, espera, ya verás! Las velas, los árboles, los adornos, los regalos, Nochevieja, el tronco, los niños, ¡todo eso! La magia de diciembre, eso es. No ? Verás: te arrepentirás de mí. Sí, eso es todo. ¡Vamos, adiós!
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