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La terquedad del Girona le vale un empate contra el Vila-real (2-2)

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El Girona este año vive en la resistencia. En la convicción por mantener viva una idea, una sensación, mientras que los partidos se suceden a trompicones. El calendario sobre poblado de partidos, con la cita de la Champions siempre por en medio, y la unión de una plantilla prácticamente nueva, hace que cada encuentro sea un ¿qué pasará? No siempre consigue salirse con la suya Míchel, no le sucede demasiado, pero contra el Vila-real (2-2) se impuso el carácter y la terquedad. Les valió un empate, que cerró con un mejor gusto una semana complicada tras la derrota en Champions.

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El balón fue ‘gironí’. El conjunto catalán dominó el encuentro en connivencia con la falta de interés del Vila-real por controlar el partido. Creó y se instauró en campo rival, pero las llegadas eran poco claras y apenas generaban peligro para la portería de Diego Conde. Pasaban los minutos en el reloj, pero el Girona no terminaba de cristalizar tanto intento. Hasta que el conjunto de Marcelino aprovechó un contragolpe para hacer enloquecer a La Cerámica. Barry estaba en el momento justo en el lugar adecuado. Situado ante el poste se encontró con un balón que salió despedido tras chocar con la madera. Solo tuvo que empujarla para anotar el primer tanto ‘groguet’.

El Girona se vio por debajo en el marcador con cierta resignación. No es la primera vez esta temporada que se encontraba con esta situación, pero Míchel no desiste en su empeño de rehacer este equipo con garantía. El descanso debía servir para apaciguar las aguas, para dar recursos y aire a unos futbolistas que se marcharon por el túnel de vestuarios un pelín aturdidos. Pero la reanudación fue extremadamente cruel con los ‘gironins’.

Alex Baena, quien en su momento fue uno de los más aclamados en Montilivi, firmó el segundo para el Vila-real cuando tan solo se habían sumado un par de segundo del segundo tiempo. Tras un control de escándalo para ponerse la bola en camino a la portería, Baena solo tuvo que cerrar su bonita obra con una conducción acrobática para finalizar con carácter y poner el segundo para el Vila-real.

Esta temporada, el Girona ha vuelto a competir con la sensación de necesidad. Ya no reina el disfrute de ser invencible, de gobernar en el fútbol español. La realidad es más bien otra. Sufrir y luchar, empeñarse en hacer las cosas bien, hecho innegociable para el conjunto catalán. El tanto de Baena no desanimó al Girona, que se mantuvo estoico ante el abismo. Mantuvo el control del esférico, combinó y construyó con la determinación de seguir. Porque de eso se trata. Seguir en pie, manteniendo no solo la ilusión sino también la convicción del talento con el que cuentan en el vestuario catalán. Y de ahí nació la diana de Donny van de Beek, que quedó suspendido en el aire hasta la corroboración del VAR. El videoarbitraje confirmó el tanto, que firmó el neerlandés tras aprovechar el rechace de un córner en la frontal. El 2-1 dejaba sitio para la terquedad, y pocos equipos más tercos hay en La Liga que el Girona.

Lo luchó. Aunque la pólvora ‘gironina’ parecía mojada. Había llegadas, pero los remates terminaban siempre desviados del objetivo. Stuani estuvo a punto de poner el empate, pero su diana terminó cancelada tras su celebración. Parecía que se quedaba sin tiempo el conjunto catalán. Pero, aunque a veces parezca que la magia de este equipo se ha apagado, nada más lejos de la realidad. Stuani bajó un balón sobre el punto de penalti y, tras botar sutilmente sobre el verde, le quedó volando a Ladislav Krejčí. Qué genialidad, la que se marcó el checo. Con una rosca hacia dentro, totalmente envenenada y magistral, batió a Conde rendido ante tal ocurrencia. Enloqueció el banquillo del Girona mientras Stuani se golpeaba el escudo.

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El Girona se encuentra entre dos mundos. En el despertar de un sueño y la constancia para sobrevivir a su nueva realidad. Los de Míchel siguen construyéndose, creando algo que mantenga vivo el recuerdo de ese futbol que maravilló al mundo. Mientras tanto, toca abonarse al carácter propio de un equipo fiel a sí mismo.

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