El grupo Shaka Ponk se despide de los escenarios este sábado 30 de noviembre. El concierto de esta noche en el Accord Arena de París Bercy es la última fecha de la gira. «La gira final F#*ked Up». Pero también es la última oportunidad para que los fans se sumerjan en el universo único de sus dos cantantes, Sam y Frah.
El grupo de rock decidió poner fin a su trabajo, por motivos ecológicos. Al igual que su estilo, esta decisión destaca en el panorama musical, donde las separaciones suelen estar ligadas a conflictos personales.
“Elegimos detenernos por coherencia existencial. No podemos entregar mensajes bonitos y cultivar una actividad profesional tan contaminante”justificó Frah, cuyo verdadero nombre es François Charon, en el programa “La Terre au Carré”, de France Inter, el pasado mes de junio.
Los tours, que llevan a los artistas a los cuatro rincones del planeta, emiten miles de toneladas de CO2 y contribuyen directamente al cambio climático.
El fuerte impacto del transporte
Especialmente si, como Taylor Swift, los artistas viajan en jet privado. Sólo entre enero y julio de 2022, sus vuelos emitieron aproximadamente 8.300 toneladas de gases de efecto invernadero, lo que le valió el título de “La celebridad más contaminante”según un ranking elaborado por la agencia de marketing sostenible Yard. Y eso fue antes de su “Eras Tour” y sus 152 fechas por el mundo.
Más allá del transporte de los artistas, el del público, los equipos, la comida y las bebidas son los elementos de emisión más importantes vinculados a los conciertos, subraya un informe de noviembre de 2021 del Shift Project. Los propios espectáculos sólo ocupan un lugar marginal en su huella de carbono, a pesar de la electricidad que necesitan los sistemas de sonido e iluminación.
El grupo de expertos especifica que el peso de cada posición de emisión depende del tipo de ubicación. Para un gran festival organizado fuera de una gran ciudad, como Les Vieilles Charrues (Finisterre), es el transporte público el que más emite, según sus cálculos, con 7.781 toneladas de gases de efecto invernadero, es decir, casi el 50% del total. Le sigue el transporte de equipamiento (3.706 t), alimentos (2.256 t) y bebidas (856 t).
Una sala de espectáculos emitiría entre 1.200 y 1.500 toneladas de CO2 al año, dependiendo de su ubicación (centro de la ciudad o periferia).
Varios cursos de acción
Pero el impacto medioambiental de los conciertos no se limita a las emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos festivales también generan una gran cantidad de residuos.
En su informe, el Shift Project describe varias vías para limitar la huella de los conciertos: encontrar un proveedor de electricidad verde, aumentar la programación de artistas locales, compartir equipos entre varios lugares cercanos, fomentar el uso compartido del coche, etc. Responsables, como We Love Green o Terres de son, ya están poniendo en marcha algunas de estas iniciativas.
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