LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – DEBE VER
En un país como Francia, que parece cada vez más dividido desde que Jacques Chirac lanzó el tema de “fracturas sociales”la comedia sociológica cubre una función muy específica. No sólo muestran que hay clases sociales, sino que también intentan reducir la distancia que las separa, encontrar puntos en común entre ellas, prometer un acercamiento, incluso una reconciliación.
A este ejercicio unificador, cuya eficacia ya ha demostrado la dupla Nakache y Toledano (intocables2011 ; El significado de la fiesta.2017) y los límites (Un año difícil2023), el cuarto largometraje de Emmanuel Courcol (un triunfo2021) no le va tan mal. Incluso muestra sin excesos el buen desempeño de una ficción para el gran público, gracias a una escritura de trazo claro y a la altura de los personajes. Tomando la música como terreno de juego, se muestra lo suficientemente hábil como para inyectar algunos toques de determinismo social y distinción de clases, apuntando hacia una especie de “burdieusismo”. luz.
Thibaut (Benjamin Lavernhe), director de orquesta de renombre mundial, se desmaya en pleno ensayo porque padece leucemia y requiere un trasplante de médula ósea. Su búsqueda de un donante compatible le lleva a descubrir no sólo que fue adoptado, sino que tenía un hermano que vivió un destino social completamente diferente. Jimmy (Pierre Lottin) es en realidad un trabajador de cantina en la ciudad de Walincourt, en el norte de Francia, y toca el trombón como aficionado en la banda de música local, en la que tocan principalmente Aznavour y Sardou.
El trasplante de médula sirve evidentemente de pretexto para otro trasplante, mucho más acrobático, entre los dos hermanos y, a través de ellos, los entornos que representan y sus campos de legitimidad cultural. Porque después de haber salvado la vida del burgués, el prole le pedirá, a cambio, su intervención para pescar la fanfarria desviada e incluso, por qué no, dirigirla.
Fricción de acentos
La película parte de una enorme oposición entre sus dos protagonistas, uno que encarna la buena música, el otro el alarde popular, y cuyo mosaico roza inmediatamente la ruptura. Y, sin embargo, la película se mantiene firme gracias a su gusto desmesurado por los personajes y a una dirección de actores que se identifica por la música de las palabras. Benjamin Lavernhe y Pierre Lottin se involucran así en una fricción de acentos, uno aterciopelado parisino, el otro descarado, una fricción que deja claro hasta qué punto el discurso burgués no es neutral, sino igualmente “marcado”.
Te queda el 41,26% de este artículo por leer. El resto está reservado para suscriptores.
Related News :