Después de doce años, el alcalde de París deja una ciudad saqueada, desfigurada y despreciada. Hay muchos candidatos a su sucesión para las próximas elecciones municipales.
Anne Hidalgo dejará el barco parisino en 2026. Doce años al mando le habrán permitido, afirma, “realizar cambios profundos”. Tiene un éxito modesto. La capital nunca ha estado tan plagada de deudas: éstas se han más que duplicado, alcanzando hoy un total de 9 mil millones de euros. Los agentes municipales (más de 50.000) son casi tan numerosos como los funcionarios de la Unión Europea en Bruselas.
La ciudad brilla con su suciedad y fealdad: calles y avenidas están salpicadas de bloques de hormigón pintados de amarillo; los bancos públicos han dado paso a palés de madera de supermercado; los rodales de árboles se transforman en huertos-vertederos. Por lo tanto, los residentes están huyendo en grandes cantidades (más de 130.000 en diez años) y las escuelas se están vaciando. Las ratas, en cambio, se quedan a bordo. Incluso se están multiplicando: hay dos por habitante.
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