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El primer ministro israelí, acusado por la Corte Penal Internacional de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, habló de un “juicio moderno a Dreyfus”. Para el historiador Vincent Duclert, especialista en esta materia, se trata de un error que revela una concepción problemática de la justicia y de la verdad histórica.
La decisión de la CPI de acusar a Benjamín Netanyahu y su ex ministro de Defensa y pedir su arresto para ser juzgados sería, paradójicamente, una buena noticia para los israelíes. Varias razones lo atestiguan. Mientras múltiples voces militantes denuncian que el Estado hebreo está llevando a cabo un genocidio contra los palestinos a través de sus acciones militares en Gaza y Cisjordania, la CPI desestima esta incriminación en favor de aquellos de “crimen de guerra” y “crimen contra la humanidad”. Muchos observadores coinciden en que están bien fundadas.
La orden emitida simultáneamente contra un líder de Hamás atestigua el reconocimiento por parte de la CPI del crimen contra la humanidad perpetrado por el ataque del 7 de octubre. Frente a un gobierno y su líder, Benjamín Netanyahu, que creen no rendir cuentas ante nadie, están autorizados a emprender cualquier acción violenta y disfrutan de total impunidad, la oposición liberal israelí encuentra allí un apoyo importante: la democracia no puede liberarse de los controles y contrapesos. , desde el derecho y la proporcionalidad, así como desde la conformidad de las respuestas ante un atentado de carácter terrorista. Además, los tribunales israelíes tienen derecho a conocer de los procedimientos de la CPI, de conformidad con sus estatutos. ¡La justicia ha vuelto!
Recordemos también que la acusación de la CPI no es un veredicto de culpabilidad, sino que se abre con la celebración de un juicio contradictorio donde los hechos, las pruebas,
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