CRÍTICA – Con esta tercera película sincera y pegadiza, Emmanuel Courcol firma una soleada comedia dramática en la que brillan el tándem Benjamin Lavernhe y Pierre Lottin.
Definitivamente hay algo enérgico y casi programático en los títulos de las películas de Emmanuel Courcol. Cuatro años después un triunfo, que presentaba a Kad Merad como profesor de teatro en prisión, regresa con una exitosa comedia dramática en un contexto de determinismo social frustrado.
Una fanfarria presenta a Thibaut Desormeaux (Benjamin Lavernhe), un consumado director de orquesta con reputación internacional que viaja por el mundo. Pero un día se desploma en pleno ensayo. Los médicos le diagnosticaron leucemia grave. Cree que cuenta con la donación de médula ósea de su hermana cuando los análisis de sangre revelan que es un niño adoptado. El shock es severo.
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Prosiguiendo sus investigaciones, Thibaut Desormeaux descubre que tiene un hermano pequeño, también adoptado y que vive en el norte de Francia, en la ciudad natal de su madre. Jimmy es cocinero en un comedor escolar y toca el trombón en la banda municipal de Walincourt…
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