Las conversaciones entre el Estado y Atos sobre la reanudación de sus actividades estratégicas avanzan, pero en un ámbito más restringido de lo esperado.
Se trata de una negociación larga y compleja que, si se resuelve parcialmente este lunes, refleja las vacilaciones del Gobierno.
Negociaciones exclusivas
El Estado francés y Atos anunciaron el 25 de noviembre que habían entablado negociaciones exclusivas para que el primero adquiriera las actividades estratégicas de la rama “Advanced Computing” de la segunda, rama que agrupa sus actividades de supercomputadoras.
La operación prevista, que también afecta a los servidores que participan en actividades de inteligencia artificial, afecta a todo el sector, por un valor de negocio de entre 500 y 625 millones de euros, precisa un comunicado de prensa. La oferta del Estado francés prevé negociaciones hasta el 31 de mayo de 2025 a más tardar para la “Informática avanzada”, que reúne a unos 2.500 empleados y generó una facturación de 570 millones de euros en 2023.
Un primer paso de una larga caminata. De hecho, han pasado seis meses desde que el gobierno negoció la compra de las actividades soberanas de Atos, desde los superordenadores del ejército, en particular para la disuasión nuclear, hasta el software para el sistema de defensa Rafale. Excepto que nadie puede ponerse de acuerdo dentro del gobierno.
“La acción preferencial que ha obtenido el Estado es suficiente para proteger estas actividades sensibles”, nos dice una fuente cercana al ejecutivo.
Hace dos semanas, el Estado anunció que se otorgaba una participación específica en Bull, la filial de Atos que agrupa la mayor parte de estos negocios soberanos. Le concede un derecho de veto sobre las principales decisiones estratégicas y, por tanto, sobre su transferencia. Además, Bercy tiene derecho a recomprarlos si un inversor no solicitado compró el 10% de Atos. Pero no todos tienen la misma opinión.
“El derecho de inspección no es suficiente porque estas actividades están vinculadas a la defensa nacional”, afirma un íntimo amigo de Bercy.
El Ministerio de Economía está postergando las cosas. En pleno debate parlamentario sobre el Presupuesto 2025, altos funcionarios de los departamentos de Presupuesto o del Tesoro parecen más preocupados por no gastar dinero público. “Las conversaciones continúan”, aseguramos con seriedad a la oficina de Antoine Armand, quien, según nuestras informaciones, se inclinaba más por una compra.
¿A qué juegan Dassault y Thales?
Sin embargo, las negociaciones formalizadas este lunes abarcan ahora un ámbito mucho más restringido que hace dos meses. En este caso, Advance Computing para supercomputadores, que deja en vilo el futuro de otras dos actividades sensibles: Mission Critical System (MCS) para los sistemas de defensa Rafale, y Cyber Product para la ciberseguridad.
A principios de octubre, el Estado y Atos pusieron fin a sus negociaciones en torno a la compra de la división Big Data and Security (BDS), una división más grande en la que se alojaban todas estas actividades críticas y otras. El gobierno estaba dispuesto a recuperarlos por 700 millones de euros, respaldándolos con Dassault Aviation y su socio Thales. Una cantidad considerada insuficiente por Atos, que se negó a pesar de que sus márgenes cayeron este año.
Según los protagonistas del caso, Dassault estaba haciendo bajar notablemente el precio. Su presencia todavía parece una incógnita. “Un día están ahí, de repente ya no están”, resume, cansado, un actor en el expediente.
“Hace varios meses que nos cuesta saber qué quieren”, explica un buen conocedor del tema.
Su objetivo era comprar otras actividades periféricas para rentabilizar el conjunto. Contactado, Dassault no nos respondió. Hace un mes, Atos perdió un importante contrato para un superordenador para el Ministerio de las Fuerzas Armadas a manos del dúo Orange-HP. Un fracaso que no ha pasado desapercibido y no anima al Estado a retomar estas actividades soberanas, aunque en declive.
Matthieu Pechberty con Pauline Ducamp
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