Iago Aspas supo generar magia negra cuando su equipo más lo necesitaba.
Frustrado por una primera parte que no le iba como quería, tuvo suerte de no ver la roja después de hacer un berrinche en el banquillo cuando se acercaba el descanso. En lugar de eso, gesticuló a la multitud para animarla, presagiando las condiciones caóticas en el campo y desde las gradas que abrumarían a los visitantes.
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El Celta de Vigo estaba entusiasmado y probablemente fuera el mejor equipo para empezar el partido. Pero el Barcelona poco a poco encontró su equilibrio y abrió el marcador con un balón valiente y familiar de Jules Kounde que encontró a Raphinha con calma.
A partir de ahí, y hasta los últimos diez minutos del partido, el resultado parecía estar en manos del Barcelona.
Después de que Robert Lewandowski lograra el 2-0 en el minuto 60, Hansi Flick se dirigió al banquillo y Frenkie de Jong y Fermín López entraron por Pedri y Gavi.
Marc Casado demostró su inexperiencia al ver una segunda amarilla, una expulsión que desestabilizó por completo a su equipo y renovó las esperanzas para el equipo local.
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Kounde pasó de héroe del partido a cero, con un primer toque descuidado y temerario de cara a la portería, pero lo cierto es que el suelo se nos estaba cayendo por debajo de todos.
Minutos más tarde, Frenkie de Jong se perdió en defensa, cuando el Celta lo adelantó y empató.
Hay que darle crédito al Barcelona por recuperarse mientras estaban con un hombre menos, haciendo un intento tardío por conseguir la victoria. Pero ya era demasiado poco y demasiado tarde.
Era un ambiente hostil y el Barcelona perdió la concentración cuando debería haber encontrado la manera de ver el partido a falta de diez minutos. Éste duele.
En muchos sentidos, la pregunta principal al llegar al partido era si el equipo podría ganar sin Lamine Yamal. En su mayoría respondieron afirmativamente. Fue su mejor partido, pero marcaron dos goles críticos al estilo típico del Barcelona al estilo de Flick. La defensa también fue sólida.
Foto de Octavio Passos/Getty Images
Pero a veces, en un partido de fútbol, pueden suceder momentos inesperados, como una tarjeta roja, que hacen que las cosas se desmoronen.
Los grandes equipos necesitan saber afrontar estos momentos y mostrar la fuerza para luchar y sufrir cuando el partido está en juego.
El sábado por la noche en Vigo, el Barcelona parecía ese frágil equipo de antaño que entra en pánico y pierde la fe cuando recibe un puñetazo en la cara.
Esta debe ser una lección aprendida para los jugadores y el entrenador.
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Si hay una manera de simular estos momentos y hablar de contingencias, deben hacerlo, porque habrá más juegos como este en la Liga de Campeones y con la carrera por la cima de la tabla en La Liga apretándose.
El Barça tiene la táctica y el talento y va en la dirección correcta.
Necesitan volver a encarrilarse y mostrar determinación para no repetir los mismos errores.
Es normal que los equipos campeones experimenten altibajos.
No es necesario reaccionar exageradamente ante algunos resultados decepcionantes. Aprende y sigue adelante, porque los juegos se multiplicarán y se multiplicarán de aquí al nuevo año.
La fortaleza mental es el nombre del juego y es una cualidad que deben demostrar que poseen.
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