Jueves, 14 de noviembre 2024, 01:00
Entre las diez y las once de la noche del martes, todos los móviles geolocalizados en la provincia de Málaga -y con el servicio de prealertas activado- emitieron un desagradable pitido acompañado de un mensaje que llamaba a la prudencia y recomendaba evitar desplazamientos. Era la alerta roja de Protección Civil. Y esta es la crónica de una DANA anunciada y de cómo Málaga evitó el caos gracias a la prevención.
La tormenta que aún mantiene en vilo a la población ha sido, por ahora, un ejemplo de que las medidas activadas con el margen de tiempo suficiente y con el seguimiento masivo de la población, pueden evitar catástrofes como la que aún se vive en Valencia.
Ya nunca se sabrá, pero la crónica podría haber sido bien distinta si no se hubieran suspendido las clases en colegios, institutos y universidades; si los comercios no hubiesen cerrado y si las empresas no hubieran optado, de forma generalizada, por aconsejar el teletrabajo.
La tromba, no obstante, se hizo esperar. La provincia se acostó con la mirada puesta en un cielo despejado que no hacía presagiar lo que estaba por llegar. La madrugada transcurrió con algún pequeño aguacero y el miércoles amaneció chispeando y, eso sí, con el cielo de un gris ceniza que sembraba incertidumbre. «Al final, caerán cuatro gotas», era la frase más repetida a primeras horas de la mañana en las calles de Málaga. Pero ni los más optimistas las tenían todas consigo.
La DANA discurrió como lo hacen todas: con un desplazamiento errático y caprichoso. Podían caer decenas de litros en un barrio o pueblo, y casi nada en el de al lado. En cambio, este fenómeno era distinto de los anteriores, y así lo explicaba el director del Centro Meteorológico de Málaga, Jesús Riesco: «La dinámica de la DANA ha creado una borrasca en superficie (BFA); al acelerarse el levante ha ido alimentando las lluvias con la humedad del mar». De ahí las importantes precipitaciones que se han producido.
Las precipitaciones arrancaron con dos focos principales: la parte alta de la Axarquía y la comarca del Guadalhorce, principalmente en Coín. Pero pronto descendieron hacia la zona de Campanillas, donde continuaron los desalojos preventivos iniciados la noche anterior, y que afectaron a unas 4.210 personas.
Además, las fuerzas de seguridad y bomberos tuvieron que intervenir para el rescate de 32 personas en viviendas y vehículos en la capital, según informó la Subdelegación del Gobierno; y otras 30 en la provincia, a cargo del Consorcio Provincial de Bomberos de la Diputación.
Hacia el mediodía llegó la hora de la verdad. La tromba descargó con más intensidad donde estaba previsto, en Málaga capital, el Guadalhorce y la Axarquía. En sólo una hora, la ciudad descubrió que la alerta roja iba en serio y que, efectivamente, el riesgo era «extremo». La calle Victoria se convirtió en el río que, de hecho, había sido en la antigüedad. Lo mismo ocurrió en la avenida de Velázquez, mientras que en Campanillas, los vecinos revivían con preocupación episodios recientes, como el de 2020, aunque al final la sangre no llegó al río, y no fue todo lo malo que podía haber sido.
En la sede del Centro Meteorológico de Aemet, en la barriada de El Cónsul, se recogieron 133 litros por metro cuadrado. De estos, 80,6 fueron en sólo una hora. Paradójicamente, estas oficinas estuvieron a punto de inundarse, que habría sido el colmo. Ni que decir tiene que el aviso rojo se ha cumplido con creces.
En la provincia se recogieron más de 150 litros por metro cuadrado a lo largo de la jornada. Oficialmente, el récord de lluvia en una hora estuvo precisamente en la citada sede de Aemet en El Cónsul. Mientras que los mayores acumulados totales se dieron en Los Montes de Málaga y Alfarnatejo (150 y 148), según los datos aportados por la Red Hidrosur de la Junta y Aemet. El río Benamargosa (139), la depuradora del Atabal, en Puerto de la Torre (127); Coín (126), las presas del Limonero (91) y Casasola (87) fueron otros puntos de interés en cuanto al balance de la Jornada.
Los cauces embarrados tras la tormenta del 29-O volvieron a afluir al Guadalhorce, que llevaba a última hora de la mañana un caudal imponente. El río Campanillas y el arroyo Maqueda, en la barriada de Santa Rosalía-Maqueda, en Campanillas, experimentaron un importante aumento de su caudal, lo que obligó a desalojar a los moradores de las viviendas en sus riberas.
La jornada transcurrió con la amenaza de los grandes ríos de la ciudad, en especial el Guadalmedina, que se desbordó en el acceso a Casabermeja por el puente de la urbanización del Alcaide. Los arroyos que desembocan perpendiculares en el litoral este -Toquero, Jaboneros, Caleta, Gálica y, ya en Rincón de la Victoria, el de Totalán- también formaron riadas o estuvieron a punto de hacerlo.
En el curso bajo del río Benamargosa, en la Axarquía, también hubo problemas. Los bomberos del Consorcio Provincial intervinieron en un corte de la A-356 a su paso por Vélez (a la altura de Triana) por el desbordamiento de este cauce. También se cortaron la A-7059 (Cártama); la A-7054 y A-7000 (Campanillas); la A-7207 (Cómpeta-Torrox); la A-7052 (Alhaurín de la Torre) y la A-7204 (Periana).
La incapacidad de la red de saneamiento para absorber la tromba anegó calles, comercios y hasta hospitales, con el agua saliendo por inodoros y lavabos o filtrándose por los techos. El laboratorio del Hospital Clínico fue desalojado; y el agua también obligó a cerrar centros de salud en diferentes puntos, según anunció la Delegación de Salud. Sólo permanecieron abiertos los puntos de urgencia. También se han anegado zonas como la avenida Lope de Rueda, en Puerto de la Torre; la avenida Plutarco, en Teatinos; la avenida Sor Teresa Prat, en la zona oeste, o la avenida Ortega y Gasset, en Cruz de Humilladero. En Almogía se inundaron nada menos que 140 casas.
La provincia acumuló más de medio millar de incidencias, la inmensa mayoría concentradas en la capital, aunque afortunadamente ninguna de gravedad. Bomberos y policías principalmente atendieron inundaciones, pero al cierre de esta edición no constaban desaparecidos ni heridos de consideración. Y esa es, precisamente, la mejor noticia. Además, en un acto de responsabilidad, numerosos comercios y empresas decidieron cerrar o mandar a sus empleados a teletrabajar.
La provincia acumuló más 760 incidencias, la inmensa mayoría concentradas en la capital, aunque afortunadamente ninguna de gravedad. Bomberos y policías locales atendieron inundaciones y algún rescate puntual, pero al cierre de esta edición no constaban desaparecidos ni heridos de consideración por este fenómeno.
Las intensas precipitaciones dejaron incomunicada a la provincia por tren, ya que tanto el AVE como los regionales y los Cercanías dejaron de funcionar. La estación María Zambrano fue desalojada y cerrada. También la EMT interrumpió todas las líneas de autobuses urbanos ante el riesgo que representaban las calles anegadas y el metro hizo lo propio y acabó por anular el servicio. Mientras, el tráfico aéreo se vio resentido, con cinco vuelos desviados y uno cancelado, aunque fue la infraestructura de transporte que mejor soportó el embate de la tormenta.
La cara positiva la pusieron los embalses, que al cierre de esta edición habían ganado más de 12 hectómetros cúbicos (por encima de 154), que es agua suficiente para que la capital beba durante tres meses.
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