Uno de los lemas de los profesionales que trabajan con pacientes que han sufrido un ictus es la frase “el tiempo es cerebro”. Tras la rapidez de los primeros cuidados, que influye directamente en la gravedad de las secuelas, la rehabilitación es el siguiente paso que exige urgencia.
En las primeras 72 horas tras el ictus, denominada fase aguda, el paciente debe comenzar a recibir atención de un equipo multidisciplinar, que incluya fisioterapeuta, logopeda, terapeuta ocupacional y psicólogo.
Aún en la cama del Hospital Regional do Sertão Central (HRSC), ubicado en Quixeramobim, comienza la rehabilitación. “Cuanto antes se realice este proceso de reaprendizaje, menores serán las consecuencias”, afirma el neurólogo de la unidad de ictus del HRSC, Vitor Abreu.
Explica que la neuroplasticidad (la capacidad del cerebro para adaptarse) es lo que hace que las neuronas aprendan las funciones de aquellas que “murieron” debido al derrame cerebral. “Cuanto antes se produzca la rehabilitación, más rápido y más neuronas aprenderán. Si esto empieza demasiado tarde, será difícil que esas neuronas aprendan”, afirma.
La neuroplasticidad también es menor en las personas mayores. Pese a ello, Vítor afirma que no es “imposible” que una persona mayor se recupere totalmente de un ictus.
Para empezar, se determina qué tipo de terapia será necesaria. “Para identificar el nivel de secuelas es necesario realizar varias pruebas para saber qué puede y qué no puede realizar la persona. Pruebas funcionales, como llevarse la mano a la boca, lavarse los dientes, recoger algo del suelo” , informa Ramon Távora, coordinador del curso de Fisioterapia de la Universidad Federal de Ceará (UFC).
Una de las formas de evaluar esto es a través de la Escala de Rankin. Ramón explica que el paciente es evaluado en siete niveles, desde alguien sin síntomas, representado por el cero, hasta la muerte, último resultado de la escala representado por el número 6.
El mecanismo de evaluación pasa por diferentes condiciones de discapacidad y deficiencia, como no poder realizar las actividades diarias o estar encamado.
La disfagia –dificultad para tragar alimentos o líquidos– es también uno de los primeros aspectos analizados.
“Antes de darle la primera dieta al paciente, necesitamos una valoración del habla, para garantizar una alimentación segura. Si tiene una disfagia importante, no continuará con una dieta oral, sino a través de una sonda”, afirma la coordinadora de Enfermería del ictus. unidad, María Cibelly Pinheiro.
Manipular el miembro paralizado, colocar al paciente en posición sentada e incluso animarlo a caminar son algunos de los ejercicios que se realizan constantemente en el hospital. “También utilizamos dispositivos como bicicletas y escaleras para que este paciente pueda empezar a prepararse para volver a casa y tal vez incluso volver al trabajo”, dice Mara.
“Sabemos que el ingreso hospitalario es rápido. Sin embargo, la rehabilitación neuromuscular de estos pacientes es a largo plazo. La recuperación tarda mucho. Por eso, tenemos un objetivo principal: hacer que el paciente sea más independiente”, explica José Antônio Almeida Neto, fisioterapeuta de la unidad de ictus del HRSC.
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