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“Nos vamos y que sea lo que Dios quiera”, letanía de algunos desalojados en Málaga

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Salvador Ruiz

Málaga, 13 nov (EFE).- “Nos vamos y que sea lo que Dios quiera”. Es la letanía de algunos de los desalojados, como Sandra, cuando tuvo que abandonar su casa la madrugada de este miércoles en una pequeña barriada de Málaga ante la previsión de fuertes lluvias, momento que recuerda abrazada a su perrito, ‘Nei’ tras ser acogida en un polideportivo municipal.

Sandra acaba de pagar la primera cuota de la hipoteca de la casa que se compró en el núcleo poblacional de Santa Águeda, el mismo donde hace dos semanas falleció un vecino británico de 71 años a consecuencia de la dana tras inundarse -el agua que llegó a una altura de metro y medio- su vivienda junto al río Guadalhorce.

Desde su empresa le insisten en que vaya a trabajar, pero Sandra no se atreve y confiesa a EFE que ha optado por no acudir porque no se siente con ánimo y no ha conseguido descansar, además de que no tiene su uniforme. Considera que son poco comprensivos después de haberles explicado que no está en su casa porque la evacuaron.

En la cancha de baloncesto del polideportivo algunos niños se entretienen jugando, mientras Marta, otra vecina del mismo lugar también desalojada, acaba de estrenar casa allí y ahora se ve como se ve.

Sandra recibió pasadas las 22:30 horas de este martes la alerta sonora de aviso de las autoridades por las precipitaciones anunciadas y se sorprendió porque no conocía ese sistema de aviso. Se acostó y sobre las 2 de la madrugada escuchó sonido de sirenas, se levantó y era la Policía para desalojarlos.

Se asustó porque pensaba que “el agua estaba ahí”. Los agentes colocaron cintas indicativas en las casas que evacuaban y ofrecían a los vecinos, si no tenían lugar donde ir, la posibilidad de ser acogidos en el Polideportivo Tiro de Pichón. Cuenta que los 200 vecinos de la barriada se fueron y “no quedó nadie”.

Ella, con su marido -que se puso muy nervioso- y los perros se plantaron en el recinto municipal con el único equipaje de sus documentos, mientras sus tres hijos marchaban a casa de los abuelos.

Café, trozo de tarta, bocadillos y amabilidad han recibido los acogidos en las instalaciones deportivas, además de la visita del alcalde malagueño, Francisco de la Torre, para darles ánimo y ofrecerles ir a un hotel y albergue para los animales. Ella lo acepta y el jueves verá cómo sigue el tiempo. Un total de 28 vecinos han pasado la noche en el recinto y una docena de ellos se han marchado ya del lugar.

Mientras, circulaban por las calles de la ciudad pocas personas; algunos indigentes siguen en su estancia habitual de los soportales de alguna iglesia que estaba abierta; la mayoría de las tiendas están cerradas y unos bancos sí y otros no, los colegios cerrados y apenas tráfico de vehículos.

Cuando Sandra compró su vivienda, nadie le advirtió de nada, la veía segura, aunque está entre dos ríos y le surgen dudas: “Es que nunca ha llovido tanto como ahora”.

Los nervios no le han dejado pegar ojo esta noche y aunque los hijos de antiguos vecinos del barrio dicen que parte de las viviendas nunca se inundaron, cree que “nunca se sabe cuándo es la primera vez”.

“¿Y si pasa esta vez?”, se pregunta. En mente, su casa, donde lleva solo un mes y a la que le queda mucha hipoteca por delante. EFE

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